Inicios posmodernos

Los románticos, con Goethe a la cabeza, instauraron la moda de que el joven escritor se iniciase en la literatura con una novela lírica, en la que por lo general descubría lo que era el amor, los celos, la amistad, el desengaño y otros grandes motores de la creación literaria. Joyce pasó por ello; Salinger, de momento, no ha pasado de ahí, y Carmen Laforet se quejó tristemente de que, al igual que Salinger, se había quedado estancada en ese lugar. Hoy en día, la moda entre los autores que empiezan consiste en iniciarse con la fábula de un escritor. En la contraportada de Caja negra, la primera novela de Pablo Sánchez (Barcelona, 1970), un comentarista sostiene que detesta "las novelas sobre escritores, pero", añade, "ésta me ha vencido". El protagonista y narrador de la novela, Raúl Garay, comparte esta opinión: "Es que los escritores, en el fondo, son gente muy aburrida".

Caja negra es sobre todo una morata, es decir, el retrato de un personaje mediante la representación de las costumbres que lo convierten en malo o bueno. Raúl Garay a este respecto no sale muy bien parado. Se trata de un personaje que pasa de la felicidad del triunfo literario a la desgracia de perderlo todo por una acusación de plagio, y ésta le conduce a Elías Betancourt, autor de la obra supuestamente plagiada y Shylock particular del narrador, del que Garay se venga con saña. A la postre no sabemos si hay una razón fundada para esta peripecia.

La novela, escrita con harto

talento, rezuma literatura: el narrador es escritor; se ve envuelto en un pleito literario; razona a través de la literatura, por medio de las frases de otros escritores; vive instalado en el amor y el odio a otros autores. Esta clave, llegado un punto, se hace cuesta arriba por las ansias naturales del lector, que busca conocer a otros hombres y mujeres menos literarios; que tal vez sin saberlo aspira a la polifonía en la novela, y que gozaría con una intriga resuelta con la primera virtud retórica, claridad. Y sin embargo la novela arrolla con esa voz que, renunciando a la literatura, encierra un futuro tan desbordante que no importa por dónde dé sus primeros pasos.