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Columna
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¿Rupturas?

La casi feliz conclusión de las negociaciones sobre el texto final del Estatuto de Cataluña (EAC) y el cambio de posición del líder de los socialistas valencianos a propósito del pacto que cerró en las Corts Valencianes para llevar la reforma del Estatuto valenciano (EACV) a las Cortes Españolas, son dos datos políticos de muy especial importancia, de algo que no ha hecho más que empezar. Me limitaré, pues a dejar constancia de lo que creo son las primeras reflexiones que merecen ambos hechos, y le daré tiempo a la historia para que vaya desplegando los matices que todavía habrán de venir.

La foto del presidente Rodríguez con los líderes de CiU en el anuncio de la fumata blanca sobre el texto conseguida entre PSC-PSOE-CDC-UDC, y los términos en que habría quedado el tema de la financiación autonómica de Cataluña (y en menor medida, el pactado despeje al Preámbulo del EAC de la Nació Catalana) han supuesto un jarro de agua fría para ERC, y un auténtico shock traumático para el PP. El aparente fuera de juego de ERC ha sido rápidamente minimizado por un frívolo Maragall, al señalar que los republicanos se molestarán por este acuerdo cuatripartito, pero que no por eso se va a resentir el tripartito catalán(¡!). Por su parte, el PP en lugar de apuntarse los éxitos de ese cuatripartito (clamar contra el protagonismo en España de un partido minoritario y antiespañol y no recoger los beneficios cuando otros por fin lo dan por acabado, es de necios), y celebrar que algo de lo que propuso Piqué en el Parlament haya sido ahora retomado en el pacto a cuatro, acaba de lanzarse en picado hacia ninguna parte, enfrentándose (y sólo hay que esperar un tiempo) a defecciones de algunos de sus líderes y, quizás, a algo más que rupturas puntuales en su estructura partidaria (la norma española es que el que pierde las elecciones estando en el poder, paga peaje al canibalismo).

El otro dato explosivo nos afecta más directamente a los valencianos: el anuncio de Pla de apoyar sendas enmiendas de EU en el Congreso a cambio de sumarla a la reforma, ha desatado un auténtico vendaval en el PP valenciano, que acusa a los socialistas de romper el pacto logrado en las Corts Valencianes por exigencias curiosamente procedentes también del proceso estatutario catalán. El PP valenciano tiene razón -en cierto modo- de que se trata de una ruptura, pero sólo en cierto modo, pues aplicando la misma doctrina a lo ocurrido con el EAC, el pacto de PSC-CiU-ERC-IC-EV que permitió llevar una propuesta a Madrid se rompió allí y abrió un proceso de nuevas negociaciones entre el PSOE y todos ellos, vigilada muy de cerca por el PP, que no apoyó la propuesta en Barcelona y parecía buscar acuerdos en Madrid, para los que Rajoy se ofreció reiteradamente al PSOE hasta casi anteayer. Pero las rupturas tienen causas: ante la presentación de una batería de enmiendas al EACV por parte de muchos grupos parlamentarios, al PSPV-PSOE se le han encendido las señales de alarma, porque votar a favor del mantenimiento de un sistema electoral que guillotina injustamente a las minorías significativas en la política valenciana y votar contra la unidad del idioma son dos contribuciones espléndidas para quedar en evidencia ante el progresismo.

Entre votar contra sus convicciones o arriesgarse a que el PP eche al traste el Estatut (de esas posibilidades, mejor no tentar al demonio), Pla ha escogido el riesgo. No obstante, tratándose de riesgos, habría que aprender de los catalanes, que han pasado de los innegociables a la cama política sin despeinarse.

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