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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otegi, insuficiente

La cobertura prestada a título particular por varios simpatizantes y otras organizaciones nacionalistas permitió ayer a Batasuna participar en un acto político junto al recinto en que pretendía haber celebrado la reunión prohibida por decisión judicial. La intervención de Arnaldo Otegi como invitado no puede desvirtuar la realidad de los hechos. Lo esencial es que Batasuna ha tenido que desistir de su intención inicial de clausurar su proceso de debate interno con una gran celebración en el mayor centro de congresos de Euskadi. Una demostración de fuerza y presencia con la que pretendía subrayar su discurso de que ha logrado superar las consecuencias de la ilegalización.

La dirección de Batasuna ha malinterpretado el relajamiento en el último año de la presión sobre ella. No se percató de que la tolerancia de su presencia pública se debía, fundamentalmente, a la ausencia de asesinatos y a los tenues indicios de pragmatismo político apuntados desde la declaración de Anoeta en noviembre de 2004. Y ha vuelto a equivocarse al querer forzar su relegalización de facto, cerrando con un golpe de efecto la serie de asambleas del proceso Bide Eginez que ha celebrado sin mayores impedimentos. Han cambiado las circunstancias dramáticas de las que surgió la Ley de Partidos -ETA sigue atentando, pero no mata desde mayo de 2003-, pero se mantiene el motivo por el que se aplicó a Batasuna: su supeditación a la estrategia de la organización terrorista.

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Por ello, el poder judicial (y una opinión pública irritada ante el descaro de la provocación) no podía permanecer pasivo ante el intento de derogar simbólicamente una ley vigente, burlándola y dando por supuesto que se ha ganado el derecho a concurrir directamente a las elecciones de 2007. Si el poner freno a Batasuna entraña algún riesgo para el insinuado proceso de paz, éste no era mayor que el de haber cerrado los ojos ante la humillación de las instituciones que buscaban los jefes del brazo político de ETA. Con el auto del juez Grande-Marlaska Batasuna no ha vuelto a la casilla de la que partió al hacer su jugada, sino que ha retrocedido al punto en que fue suspendida por Garzón. Ahora por dos años más, periodo en el que están previstas las municipales de 2007.

En el acto hubo gritos independentistas, pero no de apoyo a ETA y tampoco pancartas de Batasuna, que habrían obligado a intervenir a la Ertzaintza, según la orden recibida de la Audiencia Nacional. Pero Otegi no respondió al emplazamiento de los partidos nacionalistas de demostrar la sinceridad de su apuesta por la política rompiendo con ETA. En cambio, trasladó a los demás la exigencia de demostrar su voluntad de "superación del conflicto" atendiendo a sus demandas. Dijo que una Batasuna legalizada estará en la mesa que se constituirá para canalizar el proceso político. Pero para que tal cosa ocurra será necesario el cese irreversible de la violencia etarra o la ruptura de Batasuna con ETA, según resolución aprobada por el Congreso. Otegi perdió ayer la oportunidad de comprometerse a hacerlo. Y mientras no lo haga, no habrá anticipo posible en forma de legalidad recobrada.

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