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Reportaje:

El laboratorio humano

El 35% de la población del barrio de El Fondo, en Santa Coloma de Gramenet, son extranjeros procedentes de unos 60 países

El Fondo, en Santa Coloma de Gramenet, donde la semana pasada se registró una explosión de gas que destruyó dos casas y mató a dos vecinos, es un laboratorio humano. En poco más de 20 hectáreas conviven unos 18.000 ciudadanos, de los que el 35,26% son extranjeros de 60 nacionalidades diferentes. Los chinos, después de los españoles, se han convertido en los últimos meses en el colectivo inmigrante más importante de este barrio, superando con creces al de los marroquíes, hasta hace poco hegemónico.

"Cuando llegué a El Fondo a mediados de la década de 1960, era un espacio caótico que se iba llenando poco a poco de casas. Entonces había gran número de solares por edificar, que conservaban aún rastros de cierta rusticidad, como si temieran dejar de ser territorio agrícola, para convertirse en zona urbana", asegura el sacerdote Jaume P. Sayrach, 75 años, teólogo y humanista y presidente de la Asociación Fórum Grama, fundador de la primera parroquia con la que contó este barrio.

La mezquita, un almacén de 400 metros, llega a congregar los viernes hasta 800 fieles
"Elegí el barrio porque aquí vivían al menos 50 familiares procedentes de la región de Zheijian"
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Un plan para convivir

La parroquia de Sant Joan Baptista, construida en 1965 en una parcela de una finca agrícola de una familia burguesa asentada en el paseo de Gràcia de Barcelona, sirvió de centro de cohesión para la oleada de inmigrantes que venían de Andalucía. Para aquellos recién llegados, que compartían territorio con los sobrevivientes de una oleada anterior, acaecida el año 1929, al socaire de la Exposición Universal, su primer sueño consistía en comprarse una gabardina y luego construir su propia casa, añade Sayrach.

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"La iglesia era el único punto de reunión de la gente del barrio. Allí celebrábamos las sesiones de cine-fórum o los debates de los miembros de la JOC (Juventud Obrera Católica), convertidos poco después en militantes clandestinos del PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) o de Comisiones Obreras, todos al final miembros de aquellas Comisiones de Barrio, que en la década de 1970 protagonizaron numerosas movilizaciones", asegura Joan Guerrero, oriundo de Puerto Real, en la provincia de Cádiz, 65 años, fotógrafo jubilado, observador y protagonista de la transformación de El Fondo.

Las manifestaciones en favor de las mejoras urbanísticas se mezclaban fácilmente en aquellos años finales de la Dictadura y principios de la Transición, con las que reivindicaban libertades democráticas, afirma Guerrero. La muerte del obrero la construcción Manuel Fernández Márquez por los disparos de la policía o el caso Téllez, un obrero militante de Comisiones Obreras salvajemente torturado por las fuerzas de seguridad, tuvieron importante impacto en la vida de El Fondo.

Este equilibrio social de El Fondo empezó a resquebrajarse hace apenas 10 años, cuando irrumpieron en el barrio nuevas oleadas de inmigrantes extracomunitarios. Los primeros en llegar fueron los marroquíes, a los que siguieron ciudadanos procedentes de países asiáticos, especialmente chinos, pero también de Pakistán, Bangladesh e India. El grupo de habitantes procedentes de Asia constituye la cuarta parte de la población total de El Fondo. Los últimos datos del padrón aseguran que la población total del barrio se eleva a 17.459 habitantes, de los que 11.303 son españoles, seguidos de 1.863 chinos y 907 marroquíes.

La mezquita de Al Farkán, que en árabe significa la luz y la verdad, que pone fin a las tinieblas, abrió sus puertas cuando se cumplían cuatro décadas de la consagración de la parroquia de Sant Joan. Era la consumación de las exigencias de una comunidad musulmana, cada vez más influyente, que a principios de la década de 1990 empezó a implantarse en la zona. El templo, un almacén de 400 metros cuadrados, situado en los bajos de una inmueble de vecinos, llegó a congregar en las plegarias de los viernes hasta 800 fieles.

"La mayoría de los árabes de aquí somos marroquíes, oriundos de la zona de Tánger. Nos hemos instalado en El Fondo con la intención de quedarnos a vivir y construir nuestras vidas. Nuestros hijos están siendo escolarizados en castellano y catalán, pero sin perder por ello nuestras raíces árabes y por supuesto la lengua", asegura Taufik Cheddadi, 36 años, nacido en Alcazarquivir, al norte de Marruecos, líder de la comunidad musulmana, licenciado en sociología y propietario de una pequeña librería en la que los objetos religiosos se mezclan con las cintas y vídeos de las plegarias de los imanes egipcios.

Taufik Cheddadi se queja de la presión política y policial de que es objeto desde septiembre del 2001 la comunidad musulmana. Dice que en poco menos de dos años las fuerzas de seguridad han llevado a cabo tres redadas importantes en la zona amparándose en la lucha antiterrorista, y han detenido a militantes radicales. Y en medio de este proceso, continúa lamentándose el imán, las autoridades decidieron cerrar por razones urbanísticas su única mezquita, sin ofrecer ninguna alternativa a cambio. Las quejas alcanzan también a los chinos, una comunidad con la que los marroquíes se encuentran enfrentados. Marroquíes y chinos se disputan, algunas veces incluso físicamente, el control de los locales comerciales.

"Hace cinco años que estoy aquí. Escogí el barrio de El Fondo porque aquí vivían al menos 50 miembros de mi familia; todos procedemos de la misma aldea de la provincia de Zheijian", explica Xan Yuai, 38 años, propietario de una zapatería situada a escasos metros de la plaza del Reloj, conocida en otras épocas como la plaza Roja por ser el punto de encuentro de todas las manifestaciones. Como todos los miembros de su comunidad, Xan Yuai se prepara para celebrar el Nuevo Año chino. En silencio. Las autoridades municipales han prohibido las manifestaciones callejeras, aunque han dado luz verde a una fiesta en un teatro local.

Xan defiende la convivencia y la integración, no en vano su hija, que tiene nueve años, va a una escuela pública cercana, donde aprende al mismo tiempo el catalán y el castellano. En los ratos muertos la madre le enseña el inglés y los sábados por la mañana suele acudir a la otra punta del barrio, a una academia privada, para aprender a leer y escribir chino con otros 200 compañeros.

La asociación de Empresarios y Trabajadores Chinos en Cataluña, que dirige un emprendedor hombre de negocios, Jinyun Ye, es su principal fuente de financiación.

"El Fondo, quizá no sea el mejor lugar del mundo, pero aquí está mi casa. Tal vez si consigo juntar algo de dinero me decida a irme con los mi familia a otro lugar de Cataluña. Pero por ahora permaneceré aquí", concluye Xan Yuai mientras inclina la cabeza y con la mano extendida señala la puerta.

La influencia creciente de los colectivos extranjeros parece asustar a los vecinos de "toda la vida". Algunos comerciantes protagonizaron el pasado mes de mayo una campaña de protesta, que incluyeron caceroladas y el despliegue de pancartas en las que se podia leer: "El Fondo se muere". Las protestas escondían un incipiente sentimiento xenofobo y al mismo tiempo eran como un grito de indignación contra el tráfico de droga, la prostitución, la vulneración constante de las ordenanzas municipales, incluidos los horarios de los comercios.

Frente a estos temores se alza, sin embargo, el proverbial espíritu de conviviencia que ha venido haciendo del barrio de El Fondo un laboratorio humano.

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