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Crítica:CANTO | Vesselina Kasarova
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con el corazón

Hacía ya ocho temporadas que Vesselina Kasarova no comparecía en los ciclos de lied del teatro de la Zarzuela. Demasiado tiempo para una cantante de su categoría. Bien es verdad que entonces no llegó a convencer, seguramente por la elección de un programa centrado en Schubert, Schumann y Brahms, excesivo para una cantante de corte operístico y pasional, más a gusto en el terreno teatral que en el puramente intelectual. En Mozart, Haydn y Händel, la mezzosoprano búlgara se encuentra evidentemente más a gusto. Su presentación con un aria de Cecilio en Lucio Silla no hizo presagiar sin embargo nada esperanzador, aunque tal vez se descentró por un extraño sonido continuo en la sala, como si de un despertador se tratase, similar al que ilustró en el Real unos momentos de La flauta mágica hace unos meses. Algunos, la verdad, la tienen tomada con Mozart. Pero llegó Händel, ya en condiciones ambientales normales, y aquello no despegaba. Kasarova se mostraba con cierta afectación en un aria de Ruggiero de Alcina, con la que puso patas arriba el Prinzregententheater de Múnich el verano pasado. Algo estaba pasando. Con Haydn se tranquilizó, no obstante, bordando el recitativo y sacando a flote su maestría en Ah che morir vorrei, de la cantata Ariadna en Naxos.

Vesselina Kasarova (mezzosoprano)

Con Charles Spencer al piano. Obras de Mozart, Haydn y Händel. XII Ciclo de Lied. Fundación Caja Madrid. Teatro de La Zarzuela, Madrid, 16 de enero.

La emoción alcanzó su punto de apoteosis después del intermedio en dos momentos de esos en los que la mezzosoprano es imbatible. El primero de ellos fue con el lied El canto de la separación, de Mozart; el segundo, con un aria de Ariodante, de Händel, ofrecida como propina. Las virtudes más brillantes de la cantante -color vocal, poderío en los graves, fraseo, técnica impoluta- se pusieron al servicio de la expresión desgarrada, del sentimiento irrefrenable. Causó escalofríos. Y si bien es verdad que la cantante cogió carrerilla y estuvo también excelsa en La pequeña hilandera o en A Cloe, el recuerdo se decanta por lo citado en primer lugar. El pianista cumplió sobradamente. Y el público aplaudió a rabiar, entre despierto y soñando por la intensidad de lo que había escuchado. Aunque fuese a cuentagotas.

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