Estrés
Aunque es probable que así sea dentro de algún tiempo, no creo que el ritmo de vida tenga todavía nada que ver con la genética, sino que lógicamente y como tantas otras cosas, debe ser un resultado de las circunstancias y la costumbre. Y además estoy convencida de que produce adicción. Lo he comprobado durante mi último viaje a Madrid, donde, por una u otra razón, terminaron viviendo algunas amigas sevillanas.
Los primeros meses de residencia los pasaron aterrorizadas de caer presas de un infarto, porque de lo que no cabe duda es de que en la capital se vive a un ritmo desorbitado y de que la mayoría de sus habitantes padecen de estrés; pero al cabo de un tiempo se acostumbraron a la mala vida y adictas a la actividad frenética, hasta el punto de buscar algo movido, práctico y productivo incluso para el tiempo libre y con verdadero empeño; como si padecieran alguna especie de fanatismo religioso. Si no prohíben esa actividad atroz tras el tabaco y el alcohol será porque tampoco es conveniente que seamos muy longevos.
Por supuesto que Madrid no es ninguna excepción, pero volviendo a la idea principal, a la adicción, resulta que alguna que otra vez ocurre que el sevillano vuelve para residir en su tierra natal y en pocas semanas se engancha a la sabiduría que tenemos para evitar el estrés; para descansar en las vacaciones sin necesidad de aprovecharlas para nada, olvidada la palabra productividad; o descargar la ansiedad con dos gritos a quien protesta por cualquier motivo, un sistema muy favorable para la salud y para que la gente se acostumbre a protestar lo menos posible; aunque los descontentos, a su vez, habrán de descargar su propia ansiedad con otros gritos por otra cuestión. Es posible que estemos un poco sordos, pero los alaridos ya no nos sobresaltan.
Inevitablemente, la ausencia de prisa produce algunos estragos incómodos que afectan, por ejemplo, al mundo empresarial y a la circulación; pero sería cuestión de resolverlos haciendo una lista de prioridades y sacando algunos temas del saco de la generalidad. Beneficiaría a todos y serían menos los que marcharan lejos a trabajar.
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