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El bofetón sigue siendo legal en el Reino Unido

A pesar de los llamamientos de Naciones Unidas y de los requerimientos del Comité Europeo de Derechos Sociales, el bofetón a los niños sigue siendo legal en el Reino Unido siempre y cuando no deje marcas. Pero está cada vez más mal visto. Un total de 119 diputados de los Comunes han firmado hasta ahora una moción pidiendo la prohibición total de los bofetones y el primer ministro, Tony Blair, pareció pasar un mal trago la semana pasada cuando en una emisión de televisión le preguntaron si había abofeteado a sus hijos alguna vez y tuvo que reconocer que sí.

El debate sobre el castigo corporal a los niños recobra actualidad con cierta regularidad en el Reino Unido, un país particularmente reacio a eliminarlo por completo a pesar de que hay ya una quincena larga de países que ya lo han hecho. El castigo corporal en las escuelas en tiempos de la famosa "disciplina inglesa", se prohibió en los colegios públicos en 1987 y no quedó abolido en todas las escuelas hasta 1999. Pero los padres siguieron manteniendo el derecho de castigar físicamente a sus hijos.

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Ese derecho se mantuvo en la reforma legislativa del año pasado, aunque de manera muy limitada. Tras un intenso debate nacional entre los partidarios y los enemigos de la prohibición total, el pactista Blair se inclinó por mantener el derecho de los padres a dar un bofetón a los hijos, pero siempre y cuando se hiciera con moderación y sin dejar marcas físicas de ningún tipo. "Creo que es una solución llena de sentido común", defendió entonces el primer ministro, temeroso de que una prohibición total acabara provocando una avalancha de denuncias contra los padres.

A Blair parece afectarle el tema de manea personal. "¿Le ha dado alguna vez un bofetón a sus hijos? ¿Lo ha hecho?", le preguntó una periodista a bocajarro durante un debate en la BBC sobre las nuevas medidas del Gobierno para acabar con el gamberrismo. Ante las dudas de Blair sobre si contestar a esa pregunta, la periodista insistió: "¿Le ha causado eso algún problema?". "No, en realidad creo que probablemente soy diferente con mi hijo pequeño de lo que lo he sido con los otros". Malinterpretando esa respuesta, la periodista añadió: "Cómo, ¿le ha dado bofetadas al pequeño?", que sólo tiene cinco años. "No, no. No, no. Más bien al revés, pero... Creo que, el bofetón... Quiero decir, estoy de acuerdo con lo que usted acaba de decir y creo que todo el mundo conoce la diferencia entre un bofetón a un crío y abusar de un niño", matizó un Blair considerablemente apurado por tener que hablar de sus hijos, un tema del que jamás habla en público, y tener que haber reconocido que en su día abofeteó a los mayores, que ahora tienen entre 18 y 22 años. El primer ministro no lo tenía fácil: tuvo que elegir entre mentir, irse por los cerros de Úbeda o reconocer los bofetones.

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