Ariane Ascaride llora en silencio la muerte de un hijo
La musa de Robert Guédiguian protagoniza 'Bordadoras', premiada por la crítica de Cannes
Ni la crítica ni el público francés imaginaban a Ariane Ascaride (Marsella, 1953), parlanchina en la ficción y en la vida real, interpretando un papel sobrio y de pocas palabras. Así que la musa y mujer del cineasta Robert Guédiguian ha tenido que esperar 30 años para que alguien se diese cuenta de su "amor por el silencio". Su oportunidad le ha llegado de la mano de la debutante en la dirección Éléanore Faucher, que ha permitido a Ascaride desquitarse con Bordadoras, un largo premiado en la Semana de la Crítica de Cannes, que se estrena hoy, y en el que encarna a una mujer armenia que llora la pérdida de su hijo junto a una chica de 17 años (Lola Naymark), embarazada de un hijo que no desea. "Nunca había recibido tantas alabanzas por ninguna película", aseguraba la actriz esta semana en una entrevista en Madrid.
"Yo soy también madre, tengo hijos ya grandes, y entiendo el dolor de una madre ante la muerte de un hijo. Es algo antinatural que desaparezca antes que tú. Y ese dolor terrible lo he querido mostrar no con gritos, sino con los silencios de una persona que sólo tiene ganas de morir", cuenta Ascaride, ganadora de un César en 1998 con Marius y Janette.
Durante el Festival Premiers Plans de Angers la intérprete de Mi padre es ingeniero leyó en escena todo el guión de Bordadoras, y la directora, impresionada, le ofreció el papel. "Se creó un triángulo: Lola y yo estuvimos decididas a ayudar a Éléanore, y ella depositó toda su confianza en nosotras". A su juicio, la cinta tiene dos virtudes: "Lo bueno es que ni la chica reemplaza al hijo, ni mi personaje hace de madre con la más joven. Es una relación de mujer a mujer; y, por otro lado, Éléanore ha conseguido no crear dos clichés, sino mostrar sus responsabilidades como seres humanos a través de su relación de trabajo como bordadoras".
Ascaride ha escrito y protagonizado la última película de Guédiguian, El viaje a Armenia. "El oficio de actor perdura en el tiempo porque se va aprendiendo constantemente, y a mí el no tener unas piernas de dos metros ni ser rubia me ha salvado, porque no he dejado nunca de luchar para conseguir lo que quería, y eso que durante muchos años nadie sabía mi nombre".
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