Un pez contra las cardiopatías
San Sebastián albergará en año y medio un centro de referencia para la prueba masiva de fármacos
El pez cebra mide tres centímetros, se reproduce masivamente con gran rapidez, genera embriones transparentes que permiten estudiar su movimiento celular o el desarrollo de tejidos y órganos y comparte hasta un 87% de su genoma con el hombre. "Es ideal para estudiar la fisiología humana", explicó ayer el científico Juan Carlos Izpisúa. Y si se combina con aplicaciones robóticas, también para probar de forma masiva fármacos para combatir las enfermedades cardiovasculares. A esta tarea se dedicará de lleno en año y medio Biobide, un centro avanzado de testado masivo de fármacos que abrirá sus puertas en San Sebastián.
Izpisúa será el presidente del comite asesor de este laboratorio, impulsado por la Diputación de Guipúzcoa, el Gobierno vasco el grupo Mondragón Corporación Cooperativa y la empresa Genetrix, que tendrá a Carles Callol como director científico. Su valor añadido con respecto a otras empresas radica, de una parte, en su "capacidad de investigación específica", según su director general, Javier Pagaegi. Podrá desarrollar así experimentos "a la carta" para cada cliente. Además, los sistemas de robotización, que no se pueden aplicar a otros cobayas como los ratones, permitirán realizar un mayor número de pruebas cada día que, además, serán "más fiables y costarán menos". Biobide, que requerirá una inversión global de siete millones de euros, empezará realizando 300 pruebas diarias en el Parque Tecnológico de Miramón; para 2012, sus responsables esperan llegar a las 2.200.
El centro comenzará testando medicinas contra enfermedades cardiovasculares
El centro basará su actividad en la segunda fase de las cuatro que tiene un proceso de testado de medicinas, tras las pruebas celulares y antes de las realizadas en mamíferos y en humanos. "Si todo sale bien, el proceso de testado de un fármaco tarda entre 10 y 12 años y cuesta alrededor de 650 millones de euros. De cada 10.000 compuestos, sólo uno de ellos llega a comercializarse. Las tasas de éxito son muy bajas", explicó Pagaegi.
Biobide se constituyó el pasado 22 de diciembre con un capital inicial de 3,3 millones de euros y un equipo de seis personas. Sus responsables prevén reclutar en los próximos días a otros tantos profesionales -para 2010 llegarán a 35- que completarán su formación con el equipo de investigación que encabeza Izpisúa, en el Instituto Salk de Estudios Biológicos de La Jolla (California, EEUU). Luego, se dedicarán a afinar el proyecto para que sea plenamente operativo en 18 meses. El centro ha firmado un convenio de colaboración con una empresa farmacéutica nacional, cuyo nombre no quisieron desvelar ayer, que cederá al centro 100 compuestos cuyos efectos se conocen perfectamente. "Nosotros emitiremos un informe respecto a cada uno", señaló Pagaegi. "Luego veremos el nivel de acierto que ha habido. Si coinciden al 100%, perfecto. Si no, tendremos que corregir o establecer otros sensores en el proceso". Hasta entonces, el centro no podrá funcionar a su máximo rendimiento.
Biobide sólo se ocupará inicialmente de probar fármacos para combatir enfermedades cardiovasculares, "las de mayor incidencia en el mundo occidental". En un futuro podría extender su campo de actuación a otros ámbitos. "Habrá que ver cuáles son las más adecuadas", apuntó Izpisúa, quien mencionó unas cuantas, desde el cáncer hasta las enfermedades relacionadas con la sangre, el sistema nervioso o "incluso el envejecimiento". En realidad, argumentó, "cualquier área de la biomedicina puede tratarse con este modelo".
Izpisúa sostuvo que, hoy por hoy, no existe en el mundo -"por lo menos yo no lo conozco", dijo- un centro como Biobide. "Hay dos o tres compañías" que desarrollan una actividad similar, pero se encuentran con "un cuello de botella que siempre es el mismo: poder hacer un analizaje masivo con un robot".
Los promotores han invertido casi tres años en diseñar este proyecto que no sería posible sin una tecnología puntera, pero tampoco sin el pez cebra, una especie del suroeste asiático que cada vez se utiliza más como modelo de experimentación. No sólo tiene un gran parecido con el ser humano en sistemas centrales críticos como el cardiaco o el nervioso, sino que, además, sus embriones son completamente transparentes y permiten ver con facilidad cómo le afecta un fármaco.
Pone muchos huevos, tiene gran capacidad de regeneración de su propio cuerpo y se puede mantener a "costes relativamente bajos", según Izpisúa. De la comunión de ambos, la tecnología y el animal hará negocio Biobide.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.