Inseguridad pública, inseguridad privada
En menos de 100 metros, en el Eixample, los barceloneses podían pasar bajo un andamio en construcción o bajo árboles en poda
Barcelona no es la selva. Pero no faltan los peligros. Además de un tráfico que evoca las fieras salvajes, está la aventura que anida en cada esquina. Ayer, en apenas 100 metros lineales del Eixample, el ciudadano de a pie podía optar entre pasar bajo un andamio en construcción, arriesgándose a ser machacado por una plancha de metal privada, o a lastimarse entre las ramas públicas que caían y se amontonaban en la acera, resultado de la poda de los plátanos.
El primer riesgo se ofrecía al ciudadano en la confluencia de Consell de Cent con Rambla de Catalunya; lo segundo, en la misma Consell de Cent, con Balmes.
El Departamento de Trabajo ha resultado ser conservador en su rechazo a la aventura urbana como propuesta. No sólo eso, ha habilitado una dirección electrónica para que los ciudadanos que deseen colaborar en la eliminación del riesgo lo comuniquen con facilidad. Cree que las aceras no tienen que ser una carrera de obstáculos y que los urbanitas deberían poder llegar a casa no ya enteros, incluso sin rasguños. Quienes compartan sus criterios pueden comunicar las infracciones contra la seguridad desde el portal www.gencat.net/treball. Pero también se puede optar por asumir el riesgo y vivir peligrosamente. La ciudad, Barcelona, es un paraíso para los osados.
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