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Reportaje:

Un año de buena fortuna en un trozo de pastel

Decenas de madrileños hicieron cola ayer, a pesar de la lluvia, en una pastelería para comprar un roscón de Reyes

Jesús Sérvulo González

En Navidad la tradición manda. Si en Nochebuena se come turrón y en Fin de Año se toman 12 uvas, el 6 de enero, el día en que todos los niños juegan con los regalos, el roscón de Reyes triunfa en el desayuno.

Para cumplir con esa tradición, cientos de pastelerías en todo Madrid ofrecen desde sus escaparates este peculiar dulce con forma de anillo, salpicado de fruta escarchada y con una sorpresa en su interior.

"Desde las 6.30 de la mañana había gente esperando", cuenta Daniel Guerrero, de 59 años, propietario del Horno San Onofre, en la calle de Hortaleza, una de las pastelerías más concurridas estos días en Madrid. Además, a primera hora de la mañana había una gran cola de clientes en busca del preciado dulce, a pesar del frío y la lluvia de ayer.

El dueño explica el origen de la tradición: "El cocinero metió dentro un doblón de oro y un haba"

"Durante los días 5 y 6 vendemos unos 4.000 roscones de reyes, al final de las fiestas habremos vendido unos 8.000", cuenta Guerrero. Por eso, estos días en esta pastelería, situada en la calle de Hortaleza, trabajan unas 30 personas para dar abasto a la demanda. Habitualmente sólo hay siete trabajadores. "Tenemos que contratar más gente para responder a la demanda", relata Daniel.

La fórmula de estos roscones es tradicional. "Sin colorantes, ni conservantes", precisa. "La receta pasa de generación en generación", cuenta Francisco Mamboise, de 47 años, jefe pastelero de San Onofre. Pero el verdadero truco del dulce, elaborado con harina, mantequilla, huevos y agua de azahar, "es que sean recientes", añade. "Elaboramos el roscón de reyes de un día para otro, empezamos a hacerlos dos días antes Navidad", cuenta Daniel.

Tras la pequeña tienda se esconden cuatro plantas de una fábrica que funciona perfectamente. En los pisos de abajo están los hornos y las planchas donde fermenta la masa. Arriba los ingredientes. "Hace 22 años, cuando empecé, no podíamos con todos los pedidos. Ahora que producimos mucho más, tampoco", explica Mamboise.

La fórmula del roscón de reyes está evolucionando. Cada vez es más frecuente encontrar fruta exótica sobre los dulces. "Es para atraer a la gente de Latinoamérica. Este año hemos empleado maracuyá", dice Francisco Mamboise.

Las pastelerías se adaptan a las necesidades de sus clientes. En el Horno de San Onofre preparan los roscones con ingredientes especiales para los celíacos, para alérgicos a los frutos secos o a los lácteos. "Es la novedad de este año", relata Daniel.

El horno de San Onofre se inauguró en 1931, con tres generaciones a sus espaldas, pasa por ser la primera pastelería que empezó a fabricar roscones de reyes en Madrid. "Lo cuenta un cronista de la villa", explica orgulloso Daniel. El negocio lo empezó su padre y ahora el testigo lo toman sus hijos. "También hay generaciones de clientes que vienen a comprar cada año su roscón de reyes. Algunos viven fuera de Madrid y se desplazan hasta aquí para conseguirlo", afirma.

Daniel relata orgulloso de donde arranca la tradición del roscón de reyes: "Se remonta a la época de Felipe V, nieto del rey Sol, para celebrar el día de reyes encargó a su cocinero mayor un postre especial. Éste preparó un roscón con fruta caramelizada. En su interior metió un doblón de oro y un haba".

Pero los tiempos han cambiado. Ahora el doblón ha sido sustituido por un muñeco. Según la tradición, quien lo encuentre tendrá un año de buena fortuna. Aquel que encuentre el haba tendrá que pagar el roscón.

Daniel Guerrero cuenta divertido el caso de un hombre que quiso sustituir el muñeco por un anillo de compromiso. Convino con el pastelero situar el regalo debajo de una guinda y al partir ese pedazo se lo daría a su prometida. La mala fortuna hizo que la sortija se desplazase y al partir el roscón, el regalo le tocó a su suegra. "Hay gente que pide que introduzcamos una joya, u otras cosas".

A media tarde, la pequeña tienda adornada con tres grandes lámparas de cristal, permanece repleta. De los hornos no paran de salir roscones de reyes de todos los tamaños. "El máximo de cuatro kilos. Más grandes no son de buena calidad", cuenta el jefe de los pasteleros.

El lujo llega a los dulces

La exclusividad ha llegado a los pasteles. En una pequeña tienda del centro de Madrid se fabrican los roscones de reyes más lujosos. Hespen and Suárez vende roscones que llevan en su interior un pequeño colgante de plata diseñado por Beth McGowan.

Además, los dulces con forma de anillo están elaborados con frutos del bosque y fruta tropical fresca. "No escarchada, como utiliza el resto de establecimientos", explica Kate Hespen, de 40 años, una de las propietarias de la tienda de productos frescos. "La joya es la protagonista de nuestro roscón", explica Kate, estadounidense que lleva siete años en España.

La idea surgió el año pasado cuando su marido, José Suárez, imaginó un dulce más exclusivo. "Hay algunos clientes que cuelgan la joya o incluso las coleccionan. Ha venido una señora pidiendo la del año pasado", cuenta Kate Hespen.

El roscón de reyes de esta tienda situada en la calle de Barceló en Madrid, tiene que ser consumido en el día. "Como está hecho con fruta fresca está más rico, pero también dura menos", asegura Javier Iturralde, uno de los socios del negocio.

Con esa filosofía nació el negocio en el que participa una sociedad de capital riesgo de empresarios del sector de la hostelería.

La filosofía del negocio es vender productos frescos y perecederos. "De consumo diario. A partir de las nueve de la noche vendemos los artículos a mitad de precio", relata Javier Iturralde. Lo que no se vende lo donan a organizaciones benéficas.

El objetivo es que en 2010 haya 50 establecimientos de esta cadena en Madrid. También están presentes en Barcelona, Valencia y Bilbao.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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