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La policía revisa miles de llamadas hechas el 11-M desde los cuatro trenes atacados

Los investigadores tratan de aclarar las características de seis bombas de las que nada se sabe

Jorge A. Rodríguez

Los investigadores del 11-M saben casi todo sobre siete de las 13 bombas utilizadas en los atentados de los trenes, pero de las otras seis no tiene ni un solo dato. Su único convencimiento es que las seis ignotas fueron activadas con teléfonos móviles, al igual que las siete conocidas. Para intentar cortar este gran fleco de las pesquisas, el juez Juan del Olmo ha ordenado a la policía que revise todo el tráfico de llamadas de móviles registrado entre las estaciones de trenes de Alcalá de Henares y de Atocha y recogidos por los postes de telefonía situados junto a la línea férrea. La indagación se ha centrado en la compañía Amena, marca de la tarjeta hallada en la única bomba desactivada. Se trata de decenas de miles de datos.

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Los encargados de la pesquisa del 11-M han recurrido a una de las máximas de la investigación: si algo no queda claro, si hay hilos que parecen no conducir a ninguna parte, hay que repasarlos para avanzar. La revisión de todas las llamadas y mensajes de texto recibidos o mandados desde los móviles que iban en los cuatro trenes atacados se enmarca en esta línea.

Es un trabajo de encaje de bolillos, a pesar de que la investigación se ha centrado en revisar el tráfico por las antenas de telefonía móvil de la empresa Amena repartidas a lo largo de la línea de cercanías que discurre entre Alcalá de Henares y Atocha. Es decir, desde la estación en la que se subieron los terroristas a los trenes hasta el punto de destino de los cercanías.

La investigación se concentra en Amena (aunque también se extenderá al resto de las compañías) debido a que la tarjeta recuperada de la única bomba desactivada es de esa empresa. Esa tarjeta y otras seis con números muy similares y de esa compañía fueron activadas la noche antes de los atentados en la guarida de los terroristas en Chinchón (Madrid). Además, los miembros del comando y el ex minero José Emilio Suárez Trashorras (supuesto suministrador de los explosivos) usaban fundamentalmente teléfonos de Amena.

Pero hay otro motivo. Resulta que el 11-M, no se sabe muy bien por qué, una alta empleada de Amena tuvo una idea: recoger, ordenar y almacenar todo el tráfico de llamadas registrado por su compañía en los repetidores situados a lo largo de la línea férrea atacada. Las fuentes consultadas no saben precisar qué movió a esa empleada a tomar esa decisión y rechazan aportar cualquier dato que permita identificarla. Lo que sí saben es que esa labor provocó algunos problemas con las comunicaciones de Amena a lo largo de la vía en las horas posteriores a los atentados, que mataron a 191 personas e hirieron a 2.000.

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Teléfonos en los convoyes

Gracias a ese rapto de genialidad de la empleada de Amena, los investigadores han probado que los siete teléfonos que se conoce que se utilizaron en las bombas viajaron realmente en los trenes el 11 de marzo. Y ahora puede permitir localizar los otros seis teléfonos.

Dado que se conoce la hora exacta de cada una de las explosiones y que tanto los aparatos como las tarjetas habrían resultado destruidos por los estallidos, se trata de delimitar qué teléfonos estuvieron funcionando en los vagones desde las siete de la mañana y no volvieron a tener movimiento alguno a partir de las ocho.

La investigación, de tener éxito, permitiría probar el origen de esos seis teléfonos desconocidos y saber cuándo y dónde fueron activados. Aclararía también si, como se sospecha, el comando estaba formado por dos grupos, uno que partió de la casucha de Chinchón y otro que, supuestamente, salió de la misma Alcalá. Y también dejaría claro si las tarjetas de los móviles desconocidos formaban parte de las 100 compradas el 25 de febrero de 2004 por Jawal Mundo Telecom, el locutorio de Jamal Zougam en el barrio madrileño de Lavapiés.

Todos los datos van a se introducidos en la base de datos llamadas Infopera (que almacena los tráficos de llamadas para efectos policiales y judiciales) y se van a cruzar con los datos hallados en registros domiciliarios (agendas, facturas, otros móviles) o encontrados en poder de los detenidos.

Los agentes de la Comisaría General de Información encargados de este trabajo pretenden tenerlo acabado antes de que el juez concluya su auto de procesamiento en las próximas semanas.

Esos cruces de datos, en otros aspectos de las pesquisas, han llevado a aclarar extremos hasta ahora no suficientemente claros. Hasta hace sólo unos meses, los investigadores sospechaban que, además de la casucha de Chinchón, los terroristas disponían de otra vivienda por la zona de Arganda del Rey.

Esto es así debido a que las llamadas controladas a Jamal Ahmidan, el Chino unas veces eran rebotadas por el poste de Morata de Tajuña (el más cercano a la guarida de los terroristas) y otras por el sito en el kilómetro 32,9 de la N-III (Madrid-Valencia), a la altura de Arganda del Rey.

Los ingenieros de Amena han explicado que se trata de dos repetidores contiguos y que las llamadas, por sobrecarga u otra razón, pueden ser rebotadas por una antena u otra, aunque esté algo más alejada. Igualmente se ha aclarado que el móvil con el que Rachid Oulad Akcha viajó a Asturias tuvo tráfico de llamadas el 11-M con el repetidor de la calle de Holanda, en Leganés, que corresponde con el piso de la calle de Carmen Martín Gaite en el que este terrorista acabaría suicidándose el 3 de abril siguiente con otros seis terroristas.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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