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Columna
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Transporte real

Todos los niños de Madrid saben que Melchor, Gaspar y Baltasar vienen de Oriente, pero no ignoran que ya no se viene de Oriente en dromedario. Los madrileñitos intuyen que su alcalde, o su concejala de las artes y las alegrías, ponen a disposición de los magos, nada más llegan éstos a Madrid, carrozas y caballos, camellos y parafernalia. Este año esperan que las cosas vayan tan bien como en el pasado para que la cabalgata real sea un hermoso espectáculo. Pero como los niños han visto en la tele que en algunas ciudades portuarias los reyes arriban por el mar, saben que para venir a Madrid desembarcan en Valencia, el puerto más cercano, y que allí toman el tren y en unas horas se plantan aquí. Quizá sepan además que los reyes han pervivido por los siglos de los siglos, debido a su capacidad para acomodarse a la evolución de los tiempos con sus ventajas, dentro de un respeto a la tradición, y que por eso en los últimos años ha sido satisfactorio para ellos recorrer lo que nuestra presidenta y otros colegas suyos autonómicos han llamado "eje de la prosperidad"; viajaban del mar a la villa en el moderno tren Alaris o lo hacían en coche por una buena autovía, cuyos últimos kilómetros inauguró el anterior jefe del Gobierno de España.

Ahora la cosa ha cambiado y, para que se vea que los reyes también escriben sus cartas, Melchor, Gaspar y Baltasar se han dirigido al presidente Zapatero con el fin de que les confirme si las comunicaciones entre Valencia y Madrid son las que ellos conocían ya o han de dar crédito a las manifestaciones recientes de Esperanza Aguirre, que ha asegurado sin titubeos que son tercermundistas, por si tienen que tomar otro camino. Al parecer, Zapatero ha respondido a sus majestades que han de tener en cuenta que habiéndose producido tales declaraciones en fechas inmediatas a la celebración de los Santos Inocentes pueden ser atribuidas al buen humor de la presidenta autonómica, que no es escaso, y no a ningún ánimo de mentira o demagogia en quien ahora mismo, por fin de año, ha apelado a la generosidad de todos, incluyéndose ella misma en el requisito.

A vuelta de correo respondieron los reyes al presidente que no se anduviera por las ramas de la mansedumbre y contestara si estaba él o no desvertebrando España de tal forma que ya no es ni la del año pasado. Y algo de amenaza de llenarle La Moncloa de carbón debió advertir Zapatero en la correspondencia real cuando con un poco de retintín sugirió a Melchor que preguntara a Aguirre si ha viajado alguna vez en tren a Valencia, por qué es tan desconsiderada con el anterior gobierno de su partido, que ni le reconoce haber rematado la carretera, o qué es lo que le lleva a insinuar que ocho años de gobierno del PP fue un tiempo perdido. Y no hay constancia alguna de que los magos de Oriente hayan contestado a esta última misiva, bien porque la presidenta esperara la asesoría de FAES para responder, porque dijera a los reyes que mientras los madrileños no tengamos un AVE para ir a bañarnos a Valencia y volver en el día todo es tercermundismo o porque estén muy ocupados los monarcas en la enorme carga de carbón que para Zapatero les ha pedido Aguirre, señora a la que los reyes tienen por muy sensata desde que le han oído decir que "los políticos debemos buscar siempre soluciones a los problemas de los ciudadanos y nunca utilizar la representación que esos mismos ciudadanos nos han otorgado para crearles problemas". Han quedado convencidos de que ella hablaba de otros, de los que por tamaña perversión merecen fastidiarse el 6 de enero con el carbón de los reyes magos, cuya llegada en avión queda descartada. Quienes tienen poderes mágicos como ellos no se someterán a buen seguro a los retrasos, dificultades y hasta humillaciones de las líneas aéreas, con peligro de retraso para la cabalgata, ni mucho menos se dispondrán a correr el riesgo de perderse en el laberinto del aeropuerto de Barajas. Y todo eso en el caso de que no se dignen aceptar el transporte aéreo que puedan ofrecerles la presidenta de Madrid o las fuerzas armadas españolas a través de su ministro; de aceptarlo existiría una alta probabilidad de acabar con la tradicional visita de los monarcas, por muy inmortales que hasta ahora hayan sido, a menos que corran la misma buena suerte de la presidenta y el ministro que, según ellos, han vuelto a nacer en 2005, después de que sus aeronaves tuvieran problemas de despegue y aterrizaje.

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