Pues sí que empezamos bien
Alfredo
A santo de qué habría que ser tolerantes con los humos ajenos cuando, al margen de los daños mortales que reputan al consumo del tabaco, resulta ser una sustancia de lo más molesta para las personas que prefieren prescindir de ella
Una leyenda del fútbol se apaga entre las tinieblas de complicadas cardiopatías, pero más de uno quisiera pasar a la historia de esa manera a los 80 años. La gloria tiene muchos aspirantes y menos frecuentadores. Don Alfredo vino por aquí y se convirtió en uno de esos delanteros que, sin tener mucho juego, eran maestros en el olfato para el gol, así que pasó a la historia como una de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Eso es poca cosa, para los amantes de la literatura épica, al lado de sus hallazgos como entrenador de fortuna. A un portero de su obediencia le dijo que los balones que iban dentro no los pararía, vale, pero que, por el amor de Dios, se abstuviera de rozar siquiera los que iban fuera. Gran consejo para un poeta. A un defensa resignado a soportar todos los caños le dijo que le convendría salir al campo enfundado en una sotana, mientras que de un medio campo que lo martirizaba comentó que le hacía el regate con las cejas. Ocurrente dentro y fuera del campo. Una figura. Una leyenda de una época futbolera que nunca volverá.
Impuro humo
Perdón por la autorreferencia, pero ocurre que una de mis hermanas trabajó durante años en el textil de Feycu, en la sección de plancha asfixiante en jornadas de diez horas, teniendo como compañero a medio metro de distancia a un tipo encantador que fumaba caliqueños sin descanso. Ella no ha consumido un cigarrillo en su vida, pero volvía a casa mareada por el tufo del tabaco ajeno. No es ya por la salud, que también, sino por el hábito. Tolerancia cero. Quien quiera fumar, que lo haga, siempre que sus humos no atufen a quien no desea recibir semejante regalo vascular. Los fumadores por la tolerancia deberían aceptar sin remilgos vagamente libertarios que nadie que no lo desee debe estar expuesto a los malos humos que se fuman. Aunque sólo sea porque, a veces, recién salido del baño, en casa, la inocente toalla sigue apestando al humo deletéreo que suponía tan lejano. Por no hablar de los pobres pulmones y sus serias dificultades para cumplir con su capacidad vital.
Creacionismo
Aquí parece no existir la presión social destinada a sustituir en las escuelas públicas la enseñanza del evolucionismo por las deslumbrantes fantasías bíblicas acerca del origen, aunque la Iglesia católica hace cuanto está en su mano -en la que cabe mucho- para insuflar su propia religiosidad al conjunto de la población escolar. En esas condiciones, y por más que Darwin esté más o menos presente en otras asignaturas, el problema está acaso en que muchos miles de niños y niñas preferirán el repertorio de truculencias bíblicas como factor explicativo antes que internarse en los a veces tediosos vericuetos de la ciencia. A fin de cuentas, la figura de Moisés siempre resultará más atractiva que la de una anónima tortuga de las islas Galápagos, por lo mismo que no hay Moisés que valga ante el reclamo de los feroces combates de play station.
Malditos juguetes
Hace más de un mes que las televisiones bombardean a los niños con miles de anuncios de juguetes de los que lo menos que se puede sugerir es que están más o menos hábilmente manipulados. En la mayoría se sugiere una autonomía de movimiento que suele ser ficticia, y por más que avisan en un pequeño rótulo sobreimpresa de que la imagen es simulada, el niño no atenderá a esa minucia informativa cuando está pendiente de asegurarse si dará la tabarra con ese u otro artilugio parecido. Y eso cuando, como el mundo sabe, el niño es literalmente abducido por la pantalla, hasta el punto de perder contacto con el entorno. Claro que lo mismo se trata precisamente de eso, de atrapar al niño en un mundo ilusorio que ni siquiera es sofisticado.
Bromas tabernarias
Los listillos de Terra Lliure le hicieron en su momento el favor de su vida a Jiménez Losantos disparándole en una rodilla, una gloria miserable que el ahora locutor de radio no se merecía, y nada induce a desmentir que a ese patético episodio debe el aragonés el carrerón que le lleva de la nada a las más altas cimas de la miseria. Ya de joven se dedicaba este sujeto a embroncar tratando de demoler los argumentos del contrario en lugar de clarificar los suyos, y por esa pendiente ha llegado a ser la Corín Tellado de la cadena popular. Y no creo siquiera que lo lamente, porque siempre se le vio ese punto chuleta con cultura general dispuesto a epatar en un país de supuestos ignorantes. Da risa, más que otra cosa, y también algo de pena, porque al traicionar una actitud digna se desdeña también la honestidad de antiguas amistades. Como la de Alberto Cardín, por ejemplo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.