Retrato de familia
La imagen que ilustraba la felicitación navideña de los reyes, aquella en que posaban rodeados de sus nietos, era un montaje fotográfico. Desde el jueves anterior a Nochebuena estaba siendo profusamente utilizada por los servicios de la Zarzuela, de modo que cuando los medios difundieron la noticia un portavoz de la Casa Real tuvo que reconocer los hechos. El mensajero (mensajero real, si bien no venido de Oriente) notificó que había sido necesario recurrir al montaje ante la imposibilidad de reunir, en un mismo lugar y un mismo día, a los reyes y a todos sus nietos.
A uno le parece que esta leve triquiñuela (mediática, escenográfica, borbónica) resulta aprovechable para comprender algo mejor el mundo en que vivimos. Por lo que ha trascendido, la Casa Real no experimentó ninguna clase de institucional bochorno cuando se vio obligada a comentar la noticia, quizás dando por hecho que es legítimo amañar la vida privada de la familia real, o al menos añadir a la misma algunas pinceladas. Es más, en el comentario oficial de la Zarzuela se deja percibir, allá entre líneas, que estas cosas pueden, suelen y deben hacerse con naturalidad, porque el motivo apenas era la imposibilidad "técnica" de reunir a la familia; en esas condiciones toda imaginativa maniobra resultaba legítima.
Vivimos un mundo de mentiras, de grandes mentiras, de mentiras al cuadrado e incluso de mentiras difusas (las peores de todas). La foto de los reyes con sus nietos apenas proporciona un poco de color a los contornos de esa farsa colectiva en que se ha convertido la vida pública, incluso cuando la vida pública se confunde, o se superpone, a la vida privada. Hasta ahora parecía que la vida privada merecía estar a salvo de semejantes engañifas. Sin embargo, no piensan lo mismo algunos gabinetes de comunicación, que no se resisten a mantener la elemental separación entre lo público y lo privado. Claro que, a lo mejor, en el caso de la familia real lo público y lo privado resultan ser la misma cosa. El montaje simula una entrañable velada en la Zarzuela, donde un tropel de chiquillos parece haber abandonado el juego para rodear a sus abuelos y posar ante el fotógrafo. La escena se publica con dos connotaciones muy concretas. Primera: que la de los reyes es una familia feliz, de esas que se reúnen por estas fechas en paz y en armonía; segunda: que el modelo es sólido, continuador, continuista, e incluso deseable, hasta el punto de sugerir a los españoles que lo imiten. Vamos, como la afición de Letizia a la lectura
Parece que los reyes cenaron en Nochebuena, ciertamente, con sus hijos y sus nietos. La atávica ley se cumplió en todos los puntos, para tranquilidad de todos, o quizás sólo de algunos. Pero el encuentro que describe la entrañable felicitación oficial nunca se produjo. No pasaron por casa de los abuelos los diversos matrimonios para dejar a sus pequeños mientras ellos salían a cenar. No cargó el rey con los nietos a borrichicos, ni corrió por los pasillos de la Zarzuela, mientras todos esperaban la llegada del repartidor de Telepizza; no acostaron, por último, a los niños, en el cuarto de las visitas, abrazados a sus peluches, a la espera del regreso de los padres.
Y es que la vida es así. Las modelos de las revistas lucen unos magnéticos ojos verdes, pero esos ojos se los puso el ordenador. Bush simula cenar con sus soldados y se retrata sosteniendo un pavo de plástico. Así también los reales abuelos posan junto a sus nietos en una foto de mentiras. Nada es lo que parece y lo único cierto es que nada es del todo cierto. Quizás el mundo virtual en que vivimos no ha añadido nada a este ancestral montaje, nada que no sea una espléndida metáfora. Quizás decorar el mundo, maquillarlo, es la tarea a la que la humanidad dedica la mayor parte del tiempo.
Antes la primera bofetada de la realidad consistía en descubrir que los Reyes Magos son los padres, ese era el prolegómeno de un volcán de mentiras. A lo mejor, repasando el álbum de la vida, de la nuestra y de la de otros, habría que concluir que todas esas antiguas imágenes han sido cuidadosamente retocadas con Photoshop.
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