Debatir sin descalificar
Mal camino ese de la descalificación gratuita a la hora de abordar los argumentos del otro, como hacía Josu Zalbidea, de STEE-EILAS, en su cara Coge el dinero y corre (08-12-2005), en respuesta a un artículo mío anterior, titulado La otra concertada. La transmisión de una visión conspirativa contra una simple y abierta exposición de ideas no es novedosa. Se trata de un recurso habitual en argumentaciones débiles.
La respuesta antes mencionada comienza haciendo alusión a que exposiciones como la mía "ocultan un objetivo" y más adelante se me acusa de realizar un "avispado ejercicio de demagogia". Me referiré a esta segunda descalificación. Considera el firmante que "intento marcar distancias con el resto de patronales de los centros privados". Yo hablo desde las cooperativas de enseñanza, la mayoría de las cuales, en este país, son ikastolas. Hablo, ciertamente, de las diferencias con respecto a los centros de vocación privada y confesional. ¿Dónde está la demagogia?
Afea mi querencia por el modelo público escandinavo, basado en la naturaleza del servicio prestado por el centro escolar y no en la titularidad, frente al modelo napoleónico, funcionarial y jacobino, inspirado en la organización de su ejército imperial, instalado aquí. Paradójicamente es éste el que defienden sectores que se dicen progresistas, precisamente en este país cuyos rasgos de identidad propios se han mantenido históricamente gracias a la iniciativa social directa. Ciertamente, coincido con Josu en que titularidad y autonomía son complementarios... en Escandinavia. Aquí, titularidad pública es sinónimo de ausencia total de autonomía, desgraciadamente. La autonomía sólo es posible fuera de la titularidad pública. No se le ha ocurrido pensar que a lo mejor es eso lo que explica que colectivos sociales de inspiración progresista opten aquí por otro tipo de titularidad, mientras que en el modelo escandinavo, como él observa, la mayoría de los centros del servicio educativo público sean también de titularidad pública. Y, ya puestos, no estaría de más que reflexionara sobre la responsabilidad de los sindicatos, en general, y del suyo en particular en este estado de cosas.
Pero no todo son sinsabores en el escrito que menciono. Él mismo comienza diciendo que en este debate hay "cuestiones interesantes". Y termina afirmando que nuestra propuesta de "iguales derechos, iguales obligaciones" en el servicio educativo público es mera "declaración de intenciones". Yo le digo que nos pongamos mutuamente a prueba, que acepte el reto. Y mientras tanto, que debatamos sobre esas "cuestiones interesantes", pero lealmente, sin descalificaciones gratuitas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.