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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

Ayudar al prójimo

Timothy Garton Ash

El Financial Times publica periódicamente un suplemento titulado How To Spend It (Cómo Gastarlo). Cuenta con que el lector lo tiene. En cantidades industriales, a juzgar por la edición especial de Navidad, que incluye, entre sus sugerencias de "regalos para ella", un reloj de vestir Lange & Söhne que cuesta 19.100 libras (28.270 euros).

Esta columna es un cómo gastarlo alternativo. Nuestra pregunta navideña es: ¿cuál es la mejor forma de gastar el dinero que queremos dar a quienes lo necesitan? Lo primero de todo, ¿cuánto? El especialista en ética Peter Singer, en su maravilloso libro One World, hace unos cálculos aproximados y sugiere que una persona que gane un salario medio o superior en los países desarrollados debería dedicar el 1% de sus ingresos anuales a "los que tienen dificultades para conseguir suficiente comida, agua potable, un lugar en el que refugiarse de los elementos y asistencia sanitaria básica". En mi libro Free World me mostré de acuerdo con su sugerencia, y algunos lectores respondieron de inmediato con una pregunta: ¿cómo? Lo que sigue afecta, sobre todo, a los británicos, pero los principios generales pueden valer para más gente.

Es mucho más fácil abrir el corazón y el monedero cuando se trata de catástrofes inmediatas, y mucho más difícil en tareas a largo plazo
Una actividad que tiene un coste espectacular por vida salvada es la terapia de rehidratación que llevan a cabo Unicef y otras organizaciones
La gente, ante imágenes de sufrimiento inmediato, se deja llevar por las emociones. Podría decirse que tratamos de obtener más dolor por cada dólar que damos

Independientemente de lo que cada uno piense sobre la racanería del Gobierno británico respecto al Presupuesto de la UE, los británicos, como pueblo, no son de los menos generosos. Según las cifras recogidas por el Consejo Nacional de Organizaciones de Voluntarios, el importe total de las donaciones asistenciales realizadas en Gran Bretaña en 2004-2005 fue de 8.200 millones de libras (12.130 millones de euros). Dos de cada tres adultos hacen donaciones, de modo que la donación media anual fue de 297 libras por persona. Dado que el salario medio está alrededor de las 22.500 libras, los que dan, en su conjunto, están justo por encima de la meta que propone Peter Singer. En la práctica, eso significa que algunos de los que más ganan dan bastante más del 1% de sus ingresos, cosa que pueden permitirse perfectamente.

Después de decidir cuánto pueden permitirse dar, la siguiente pregunta es: ¿en qué? ¿En algo mundial o local? ¿Pobreza, enfermedades, falta de hogar, infortunios, tortura, censura, catástrofes naturales, analfabetismo, cáncer o crueldad contra los animales? Hay muchas miserias entre las que elegir. Quien contribuya este año al Llamamiento de Navidad de The Guardian puede ayudar a Médicos sin Fronteras a salvar la vida de un enfermo de sida en África por 15 libras al mes (guardian.co.uk/christmasappeal). Es decir, el banquero de inversiones que hojea su ejemplar de How To Spend It, en vez de regalarle a ella ese reloj de vestir de Lange & Söhne, podría salvar 106 vidas al año. A lo mejor podría poner un vale bajo el árbol, como esos cupones tan pulcros que dan en Oxfam para certificar que uno ha comprado una cabra: "Querida, estas navidades he salvado 106 vidas en tu nombre". ¿No sería un buen regalo para la chica que lo tiene todo?

Otra cosa que tiene un coste espectacular por vida salvada es la terapia de rehidratación que llevan a cabo Unicef y otras organizaciones. Singer afirma que, si no damos dinero a esas causas, somos tan culpables como si pasamos junto a una chica que esté ahogándose en la charca del pueblo y no la ayudamos por miedo a que se nos moje la ropa o a llegar tarde a una cita. El mundo es el pueblo de todos nosotros. Existen muchas pruebas de que cada vez hay más personas, sobre todo los jóvenes y los que más han viajado, que comparten esta visión.

De hecho, es como si, del viejo dicho de que "la caridad empieza por uno mismo", hubiéramos pasado a una situación en la que parece que la caridad empieza en el extranjero. Sólo en Gran Bretaña, las donaciones para las víctimas del tsunami que golpeó Asia en la Navidad pasada alcanzaron la abrumadora cantidad de 422 millones de libras (625 millones de euros). Es muy alentador pero, si todas nuestras donaciones fueran a parar al extranjero, sería señal de que algo va mal. Podríamos convertirnos en versiones contemporáneas de la señora Jellyby de Charles Dickens, con sus "maravillosos ojos" tan fijos en la lejana perspectiva de "doscientas familias en buena salud, que cultivan café y educan a los nativos de Borrioboola-Gha", que no se da cuenta de que su hijo, Peepy, se cae por las escaleras y se abre la cabeza.

Mercado de la compasión

Es lógico que la gente dé dinero a las causas que le interesan y le conmueven. Pero, ¿podemos fiarnos de que un mercado libre de la compasión, por así decir, vaya a garantizar un reparto equitativo de los bienes voluntarios? Por si acaso no podemos, parece razonable dividir nuestras donaciones personales entre lo mundial y lo local.

También es preciso lograr otro tipo de equilibrio entre el corto y el largo plazo. Pensemos en Oxfam, por ejemplo. Su directora en el Reino Unido, Barbara Stocking, me dice que se dedica fundamentalmente a tres actividades: el salvamento inmediato de vidas, como en el tsunami o en el terremoto de Pakistán; el desarrollo a medio plazo, como un programa de irrigación para una comunidad agrícola, y la labor de presión para lograr cambios a largo plazo, sobre todo a través de su campaña por un comercio justo. Oxfam lanzó la campaña porque llegó a la conclusión de que era crucial ocuparse de las causas de la pobreza mundial a largo plazo, y no limitarse a abordar los síntomas. Y no son los únicos que piensan así. Band Aid fue sólo eso, una tirita para la herida externa, pero Live 8 y la plataforma Haced de la Pobreza Historia pretenden atacar la enfermedad. Pero Stocking dice que la facilidad para recaudar fondos está en proporción casi inversa a la posible profundidad de la solución. Es mucho más fácil abrir el corazón y el monedero cuando se trata de catástrofes inmediatas, y mucho más difícil en el caso de tareas a largo plazo.

La gente, ante imágenes de sufrimiento inmediato, se deja llevar por las emociones. Podría decirse que tratamos de obtener más dolor por cada dólar que damos. Tal vez ésa no sea la mejor guía de actuación, pero, cuando se habla de organizaciones asistenciales, ¿cuál sería la mejor forma de sacar el máximo rendimiento a nuestro dinero? Después de escoger las áreas en las que queremos ayudar, nos encontramos con la difícil tarea de seleccionar las instituciones o las ONG concretas. ¿Cómo se juzga su eficacia? "Porque suponen una gran diferencia", decimos vagamente. O "porque cambian la vida de la gente de forma duradera". ¿Pero cómo se valora eso? "Cuando uno lo ve, se da cuenta", responden los analistas del sector. Lo que ocurre es que la mayoría de nosotros, en general, no puede verlo personalmente, sobre todo en los proyectos que se realizan en otros países.

Por suerte, tenemos a nuestra disposición varias herramientas de Internet. Son buenos puntos de partida una nueva página web llamada Guidestar (guidestar.org.uk, basada en la ya existente en Estados Unidos, guidestar.org), las distintas páginas de la Charities Aid Foundation (que pronto van a consolidarse en cafonline.org) y New Philanthropy Capital (philanthopycapital.org). Esta última emplea el lenguaje de la Bolsa para destacar, por ejemplo, "un rendimiento de la inversión superior al 2.500%" por cada libra que se dé a Age Concern Swansea, que ayuda a los jubilados pobres de la ciudad galesa de Swansea a reclamar los beneficios que les debe la Seguridad Social británica. Varios analistas del sector me insisten enérgicamente en que, muchas veces, las organizaciones más eficaces -es decir, que tienen una influencia más duradera a la hora de cambiar vidas- son las más pequeñas, las menos conocidas, las que funcionan gracias a voluntarios que viven en las mismas comunidades en las que trabajan. Un activista de uno de esos pequeños proyectos comunitarios, que trabaja en Glasgow, se me quejó de que cada vez existen más desigualdades en el voluntariado, que las organizaciones grandes y ricas son cada vez más grandes y más ricas y las pequeñas y pobres son cada vez más pequeñas y más pobres. Cuesta más encontrarlas, pero merece la pena buscar. En la medida de lo posible, debemos intentar ver las cosas personalmente.

En esta columna me he limitado a rascar la superficie. No he entrado en detalles técnicos de tipo financiero, como el valor añadido que suponen para todas las organizaciones las aportaciones regulares, hechas con el correspondiente ahorro fiscal. No he hablado de algo tan básico como si lo que tenemos que dar, en realidad, es nuestro tiempo y nuestro trabajo, no sólo nuestro dinero. Pero una cosa que tiene que quedar clara es que hace falta dedicar tiempo, atención y un minucioso trabajo de búsqueda para dar ese dinero y poder confiar razonablemente en que se gaste bien. Así, pues, felices fiestas y buena búsqueda.

www.freeworldweb.net. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia

Grupo de mujeres nigerianas en un reparto de comida organizado por Oxfam.
Grupo de mujeres nigerianas en un reparto de comida organizado por Oxfam.EFE

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