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Vic augura un cambio económico en los próximos dos años gracias al impacto del 'gordo' millonario

El Ayuntamiento prevé la apertura de negocios y un auge de la restauración

"Todos los cambios que se esperaban en 10 o 15 años sucederán en los próximos 10 o 15 meses", auguró ayer el primer teniente de alcalde de Vic, Ignasi Puig. La ciudad espera los efectos del gordo más millonario, que ha dejado 510 millones de euros en la localidad. Según las previsiones del Ayuntamiento, el dinamismo económico llegará con la apertura de nuevos negocios e inversiones: las personas que querían cambiar de casa y de automóvil lo harán próximamente, también se adelantarán las reformas y ampliaciones de comercios, habrá un nuevo auge de la restauración y hasta abundarán las prejubilaciones.

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En la calle, Vic se mostraba exultante. Las cifras lo ponen en evidencia: el presupuesto anual del Ayuntamiento es de 31 millones de euros. De la noche a la mañana, el gordo la ha agraciado con 510. En una ciudad de cerca de 40.000 habitantes, tocan a 12.700 euros por cabeza. Pero los porcentajes no se corresponden con la realidad. Entre las personas que caminaban ayer por la calle era fácil apreciar quiénes eran los afortunados y quiénes no.

Ante la euforia de parte de la población, el Ayuntamiento de Vic quiso serenar los ánimos. "Recomendamos a los ganadores que no dejen de pisar tierra firme y que se asesoren por expertos. El dinero fácil puede conllevar conflictos", afirmó Puig. Y auguró grandes transformaciones. A corto plazo, se espera un aumento de las ventas de productos de lujo, y el comercio en general prevé mejores resultados.

La gerente de la joyería de la plaza Major, Marta Pomar, percibió por la mañana los primeros indicios. "Han venido clientes que dicen que estas Navidades harán un extra", señaló muy contenta. Las agencias de viajes notaron la llegada y las preguntas de muchos curiosos. Las tiendas de electrodomésticos ya tienen por seguro que estos Reyes "serán espléndidos", comentó la dependienta Cristina Fuentes. Los concesionarios, lo mismo. Jordi Rovira, de Nissan, explicó que aún no había vendido "ningún coche a ningún agraciado por la lotería", pero que va "mucha gente a preguntar precios".

La administración número 3 de Manlleu ayer no daba abasto. No se quedaron ningún número del premio gordo de la lotería que repartieron, pero tienen el negocio asegurado. Durante todo el día los clientes -los de siempre y los de fuera- se apresuraron a comprar décimos para otros sorteos, sobre todo el del Niño.

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David Argemí fue viajó a Vic especialmente desde Hostalric para echar un Euromillón. No fue la excepción. Mireia Colina y Maria Fatjó, de la administración número 3, recibieron llamadas de Barcelona, Valencia y Zaragoza de personas que querían reservar décimos.

Hablar de millones

El restaurante Can Nou Pamplona, que repartió 150 millones de euros, no ha cerrado las puertas, contrariamente a lo que muchos creían. Ayer, en el local, no se hablaba de otra cosa que de millones. El propietario, Joan Cesari, decía: "Me siento como un dios, porque he repartido mucha felicidad". Eran muchas las personas que entraban y abrazaban a Cesari, que se quejaba, feliz. "Aún no he dormido, no he comido y estamos en las nubes".

En Can Nou Pamplona no todos estaban igual de contentos. Josep Vergés, cliente habitual, no compró lotería: "Un hecho que mi mujer aún no se explica. Pero estamos contentos por los amigos que les ha tocado el gordo".

Las anécdotas se sucedían, aunque también se dieron hechos menos agradables; por ejemplo, una joven que tenía cerrada verbalmente la compra de un piso se quedó sin vivienda porque los vendedores le comunicaron ayer por la mañana que preferían esperar "por si los precios suben".

La otra cara de la moneda eran las personas que, ante la alegría general, no se han visto agraciadas. "Tocó a medio Vic, pero a mí no", dijo un camarero del bar De Pas. Muchos explicaron que habían estado muy cerca. Una vecina de Tona soñó que en el establecimiento Cal Curt se vendía el número ganador. Mandó expresamente a un familiar a comprarlo, pero cuando llegó "ya no había".

Joan Serrat, gerente de una carnicería próxima a la administración de lotería, tampoco tuvo la suerte de tantos otros. "Nos tocará trabajar, pero al menos venderemos más butifarras".

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