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Columna
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'Suspiros de España'

José Luis Ferris

Hoy, 22 de diciembre, tengo el presentimiento de que nadie va a leer esta columna. Lo digo porque quien más o quien menos guarda en su bolsillo papeletas o décimos del sorteo extraordinario de Navidad y no es cuestión de distraer la atención en otros menesteres que no sean escuchar la radio o colocarse frente al televisor para ver si nos cantan el gordo y nos solucionan la vida. La verdad es que eso de fomentar la ilusión durante meses es un invento que funciona y sobrevive sin desgaste en plena revolución tecnológica. Este año, sin ir más lejos, el primer premio reparte tres millones de euros, un millón el segundo, 500.000 el tercero, 200.000 los cuartos y 50.000 los ocho quintos premios. Eso fue lo que anunció Juan Cabrejas, director de Producción del Organismo Nacional de Loterías, y lo que declaró en rueda de prensa Jesús Evangelio, director general de Loterías y Apuestas del Estado. Y eso es también lo que a diario nos ha venido a recordar el calvo del abrigo y las pompas de la suerte en los anuncios televisivos que, como el turrón y las burbujas, llega siempre por Navidad. No hace mucho, este hombre mudo y estirado que sugiere una mezcla entre Yul Bryrner y David Caradine, nos traía estampas de otro tiempo, deambulaba entre personajes dickensianos o decorados de posguerra repartiendo la suerte en blanco y negro. Este año no. Este año se ha vestido de colores y se ha bajado a la realidad de este mundo para repartir el gordo entre la gente corriente que nos rodea. Ahí están la inmigrante y el taxista, el bebé de la fortuna y el vecino de Getafe. Bajo la mano de Benito Zambrano, director del spot, el calvo de la lotería ha ido a la caza y captura de nuestra fibra sensible. Y es que no hay nada como fijarse en el entorno y construir escenas copiadas de la vida misma. Que nadie se extrañe si el próximo año encontramos a mister Proper junto a Moratinos, Bono y Zapatero vestido de soldadito español en misión de paz, sonriente y feliz, haciendo la ola entre pompas de jabón y copitos de nieve, con la banda sonora de Suspiros de España sonando a lo lejos y arrancándonos la lágrima.

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