Argullol recorre sus demonios y ángeles familiares en 'Enciclopedia del crepúsculo'
El libro reúne textos de 25 años y compone una autobiografía intelectual del autor
De Alegría a Volcán, pasando por Apocalipsis, Deslumbramiento, Espectro, Herida, Mal, Ruina o Veneno, 83 voces componen la intensa Enciclopedia del crepúsculo (Acantilado), la última obra de Rafael Argullol (Barcelona, 1949), en la que el narrador, poeta y ensayista reúne textos escritos en los últimos 25 años agrupados ahora en torno a diferentes epígrafes. El libro es una enciclopedia personal que revela y recorre las obsesiones recurrentes, los "ángeles y demonios familiares" del autor, y su idea de cultura hasta el punto de constituir una verdadera biografía intelectual.
Crónica de la época y a la vez plasmación de una concepción del mundo, los variadísimos textos que componen la Enciclopedia del crepúsculo, mayoritariamente destinados a diarios y buena parte de los cuales han aparecido en las páginas de la edición de Cataluña de EL PAÍS, muestran una extraordinaria coherencia y es fácil percibir que ciertos temas, autores y personajes se repiten en la creación de Argullol hasta convertirse casi en leitmotiv de ésta. Aparecen de manera recurrente, por ejemplo, Conrad y su El corazón de las tinieblas, y Hölderlin, por supuesto, y Leopardi, y el pintor de iconos Andrei Rublev, pero también y esto puede resultar más sorprendente, Salgari, reivindicado de manera casi vehemente. Están Dante, Shakespeare, los tan argullolianos Bocklin y Caspar David Friedrich, y Jünger, y Balthus (en la voz Felicidad). Y junto a ellos el explorador polar Shackleton -adentrado en "las regiones del albatros y de los interminables espejismos" que conectan con Coleridge, Poe y la literatura metafísica del mar que tanto gusta al autor-; y el arquitecto de Hitler, Speer...
"Es cierto, hay nombres que salen mucho", dice Argullol, "el libro es un mosaico in progress en el que voy dando vueltas a veces a las mismas cosas, juego con los interlocutores físicos o intelectuales que me interesan, con los lugares geográficos, paisajes o ciudades. Son demonios y ángeles familiares que se van repitiendo y reencarnando al hablar de películas, exposiciones o libros. Salen mucho los espectros. Me gusta la idea de que lo que percibimos es la punta del iceberg de montañas subterráneas".
Lucha de contrarios
Muchos temas comportan dicotomías -interior/exterior, movimiento/inmovilidad-, y el juntar cosas sorprendentes, como Munch con el retrato del desollador de serpientes de Avedon. "Me muevo mucho en la lucha de contrarios, busco un espacio de armonía provisional, sabiendo que nunca es definitiva. Me atrae unir cosas diferentes, reconciliar mundos en tensión. Algo que es, por supuesto, la esencia de la poesía".
Edipo es otro de sus favoritos. "Para mí es el paradigma de la condición humana. Siento simpatía por Lear, con el que presenta paralelismos, pero en cambio no por Hamlet, un personaje incapaz de pasiones fuertes, poco arriesgado, posmoderno. A mí me gusta la duda de Pascal, arriesgada, tensa, no la de Hamlet".
La personal enciclopedia de Argullol, que permite asomarse a los entresijos de su creación y tendrá próximamente su contrapunto en un Breviario de la aurora, alude al crepúsculo pero no por lo que se podría suponer. "No se trata de una tentación decadente, una atracción por lo crepuscular, sino de algo mucho más sencillo: los textos que aparecen los escribí por la tarde y siempre sintiendo envidia del mundo exterior, por la luz del crepúsculo, con la sensación de que la vida estaba en otra parte mientras yo escribía". Otra dicotomía, pues. "Me atrae el desierto porque está limpio como decía nuestro amigo Lawrence, pero lo que cuenta para poder vivir es la flor del desierto. Me atrae el resplandor del mediodía, pero debe compensarse con lo espectral. Encerrarse en las cosas pequeñas lleva a la muerte espiritual, y en las grandes, al infinito sin vitalidad".
De Alegría a Volcán. "No es casual, claro. La primera es una reivindicación. Puedo haber ofrecido una visión algo melancólica pero también soy muy vitalista. Y el volcán me parece una excelente metáfora final que lo cierra todo: es fuego, hielo y ceniza. Y me gusta la idea que representa el volcán en stand by de fuerza latente. Es la actitud de la vida que me agrada. También resulta que mi pecado capital es... la ira, la cólera, el volcán".
Hölderlin y Salgari, necesarios
Bajo la voz Melancolía, Argullol ofrece un revelador texto sobre el Corsario Negro, "el más valiente, el más altivo y, sobre todo, el más taciturno de los piratas que infestaban el mar Caribe". En otras páginas desvela su amor por otros "mitos de la memoria", personajes épicos de la aventura como el alpinista Edmund Hillary -"tan unido para mí a Caspar Friedrich"-, Lawrence de Arabia, Yuri Gagarin o Thor Heyerdahl. Y ¡Cassius Clay!
"Hölderlin nos es necesario, pero también Salgari", dice Argullol. "Son complementarios. Salgari construyó durante toda su vida figuras byronianas. Lo reivindico como uno de mis grandes. Igual que la historia sola no explica las comunidades humanas sino que hace falta el mito, de la misma manera sucede en nosotros. En buena parte somos fruto de nuestras mitologías personales. Ahí juega mucho la memoria, la gran productora de mitos propios".
Argullol, el enjuto y espigado filósofo y esteta -siempre de negro, es cierto, como el personaje salgariano-, muestra un aspecto delicadamente sentimental, a lo La infancia recuperada, de Savater, al escribir en la enciclopedia acerca de sus mitos de la memoria o de su primer libro, donde moraba el sultán de Bunyoro. "La gente tiende a tener una visión reduccionista y epidérmica sobre ti, a ver sólo una cara del poliedro. Pero yo tengo un gran cariño por Miguel Strogoff. En realidad, soy reacio a una concepción rígida y academicista de la cultura. No me interesan, por ejemplo, los taxidermistas de la filosofía porque pienso que la filosofía siempre fue una gran aventura maravillosa".
Babelia
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