_
_
_
_

Los estudiantes de Lleida y los vendedores de Sevilla

Los tres crecieron juntos en los suburbios de Moussa Ben Mousait, en las afueras de Larache, pero fueron detenidos en la madrugada de ayer en Lleida, en el imaginario Pequeño Marruecos que coincide con los límites del barrio de la avenida del Segre y que se extiende en los alrededores de la estación de trenes, en el que las carnicerías musulmanas se alternan con locutorios telefónicos.

Abdelhak el Gallaf Sbai, 29 años, estudiante de Informática, encargado en una fabrica de piensos en la localidad de El Torricó, había llegado de Marruecos hace 10 años. La puerta de su casa, el numero 9 de la calle de Lluís Roca, fue derribada a golpes por la policía. Tras cuatro horas de registro, los agentes se llevaron un ordenador portátil, una agenda digital, libros y el teléfono móvil. En el bolso de su esposa, la policía halló 7.000 euros.

La suerte de Abdelhak y la de Abdelaziz Meknassi, 38 años, y Mohamed Hamduri, de 29, la decidirá Fernando Andreu, titular del Juzgado Central de Instrucción número 4 de la Audiencia Nacional. Los acusa de pertenecer "a una célula islamista radical, vinculada al Movimiento Muyahidin de la red de Al Qaeda".

"Abdelhak detesta la violencia. Su vida transcurría entre la casa, el trabajo y la oración", explico su hermano Said, mientras señalaba la entrada de la mezquita, la más importante de Lleida, un antiguo garaje de la calle del Nord. Ayer por la tarde, la policía irrumpió en la carnicería de Mustafa Lukili, 40 años. Estudiante, empleado de un almacén de zapatos en su Larache natal, llegó a Lleida tras pasar por Londres.

"Años en España"

En Sevilla, el imán de la mezquita que frecuentaban los detenidos, Hassan Idrissi, no podía creerse que dos de sus fieles estuvieran vinculados a Al Qaeda. "Son personas normales, dedicadas a su trabajo, a la venta, y a su familia, que llevaba varios años en España", contaba Idrissi. La misma opinión tenían de ellos sus vecinos.

En la avenida de Pino Montano, una zona obrera de Sevilla, residía Tarek Shaker Ahmed Abdel Hady Karara. "Nunca me esperaría eso de él", contaba una chica a la que solía saludar con frecuencia. No muy lejos, en el número 11 de la calle Ágata, vivía Redouane Tibichte, quien había comprado la casa hacía pocos años. Este verano había hecho obra para tener más espacio en el salón "para sus rezos", relataba Concha, una vecina.

"Era muy educado y venían muchos amigos a verle, algunos con chilaba", decía María. Uno de esos visitantes era Amil Al Ansari, experto en armas químicas. La policía también registró una vivienda en Santiponce (Sevilla). Un espacio que, según los vecinos, es propiedad de un arrestado en Sevilla.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_