El acuerdo necesario
La Unión Europea, cuya Constitución embarrancó tras los noes de franceses y holandeses, necesita para recuperar su confianza un acuerdo sobre el marco presupuestario para 2007-2013 en el Consejo Europeo que se abre hoy en Bruselas, bajo la presidencia y la especial responsabilidad de Tony Blair. Pero no necesita un acuerdo a toda costa, sino un buen acuerdo que responda a las necesidades de sus políticas comunes. Es lamentable que no se quiera elevar el techo de los gastos comunitarios por encima del 1,03% del PIB de los Veinticinco, lejos de la propuesta de la Comisión Europea y de la anterior presidencia.
Es esencial que el nuevo marco presupuestario preserve la política de solidaridad y de cohesión hacia los países de la ampliación y las regiones más pobres. Es una ironía cruel haberlos invitado a ingresar y no disponer de dinero para ayudarles suficientemente como en su día se hizo con España, Portugal, Grecia e Irlanda. A este respecto, la nueva propuesta presentada ayer por Blair resulta aún muy insuficiente.
Desde el punto de vista español, sería absurdo comparar un eventual acuerdo con el logrado por Aznar en 1999 o por González en 1991. En los 20 años transcurridos desde la adhesión, España se ha beneficiado sobremanera de estas transferencias -en torno al 1% del PIB anual- y las ha aprovechado mejor que nadie, salvo Irlanda. La nueva situación es resultado del éxito económico. España no puede aspirar a mucho más, salvo a que el descenso en estas transferencias sea gradual, y el acuerdo, equitativo. Iría contra todo sentido de la solidaridad que España tuviera que contribuir o sacrificarse más que otros socios más ricos a la hora de pagar los costes de la ampliación o del cheque británico, la compensación que recibe Londres por no obtener ayudas agrícolas.
Hay aspectos de la propuesta que van en la buena dirección. Es constructivo que Blair haya hecho suya la propuesta de Zapatero para un fondo especial para la inmigración, tanto en los países de destino inmediato como en los de origen, como Marruecos o el África subsahariana. Aunque de cuantía modesta, en torno a 800 millones de euros, pasos como éstos son los que interesan a España, aunque no entren en el balance fiscal de Madrid con Bruselas. También es razonable y positivo que Londres haya aceptado mantener a España como receptor neto de fondos hasta 2014, preservando en parte el Fondo de Cohesión, que podría complementarse con un fondo de convergencia tecnológica.
La batalla se anuncia dura. Londres y París podrían pactar discutir la revisión de la Política Agrícola Común a partir de 2009, como exige Blair antes de rebajar el cheque, rebaja en la que no ha cedido un ápice, sea por técnica negociadora o por temor a la resistencia interna en su propio partido y en la oposición. Sería lamentable que por razones de política británica, el primer ministro que prometió poner a su país "en el corazón de Europa" acabe provocando en su última presidencia comunitaria un nuevo parón de la UE, éste financiero.
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