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Columna
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Estatuto

Creen algunos que hablar de la reforma del Estatuto de Andalucía es hablar de flores, que es una manera de entretenerse y, sobre todo, que es, para los políticos, una excusa excelente para no hablar de las cosas importantes, que son las que le pasan a la gente. No digo yo que alguno no prefiera hablar del Estatuto antes que dar cuenta de lo que le corresponde y ello porque, efectivamente, parece que hablar del Estatuto es hacerlo de algo vago y sin sustancia, un argumento para políticos en estado de relajación con todo lo demás. Y, sin embargo, sólo haría falta, por un lado, leerse en Estatuto vigente y, por otro, estar al tanto del pormenor de lo que nos jugamos en la reforma que se negocia en este momento, para ver que todo lo importante está en el Estatuto y que, precisamente, porque algunas cosas en su momento no pudieron estar, es por lo que ahora hace falta actualizar esa ley que nos rige, para que la comunidad autónoma andaluza siga avanzando. No sé si hay que pedir perdón por decir esto de que la comunidad andaluza avanza, porque según algunos, estamos encaramados a un cangrejo y no hay más que hablar. En fin, paz en la tierra a los hombres y las mujeres de buena voluntad, que ya se acerca la Navidad y, por cierto, los 300.000 pobres que hay en Andalucía y son, estos sí, una desautorización de cualquier alegría, no van a leer esto, pero también ellos están en el Estatuto, como están en la Constitución, cuando se dice en el primero que "el Estatuto aspira a hacer realidad los principios de libertad, igualdad y justicia para todos los andaluces..." y en la Constitución que "corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas" y antes que "España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad...". Sin duda que es importante hablar del Estatuto y lo es que la reforma sea la mejor de las posibles y que, lo que en esa ley de leyes quede consagrado, proteja a los ciudadanos frente a los gobernantes que no afronten la realidad desde el compromiso de hacerla justa, para que el Estatuto se cumpla y no haya que demandarles ese cumplimiento, o sí, si no lo hacen.

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