_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Palabras

Rosa Montero

Ya saben que los discapacitados quieren llamarse discapacitados en vez de disminuidos. Me parece muy bien, aunque no sé si me gusta más el nuevo término. Para mí un disminuido es una persona que tiene disminuida alguna capacidad física o mental en mayor o menor grado. Mientras que la palabra discapacitado me lleva a pensar en alguien que carece por completo de esa capacidad. La verdad, casi me suena peor. Pero si ellos se sienten más cómodos, perfecto. En cualquier caso, la nueva denominación es directa, sencilla y razonable. Cosa que, por desgracia, no suele suceder en el ámbito de lo políticamente correcto.

El lenguaje está tan pegado a la sociedad como la piel al cuerpo y, por consiguiente, refleja todos los tópicos y los prejuicios. A medida que la sociedad va cambiando también va mutando nuestra forma de hablar, y sin duda hay correcciones de antiguos barbarismos que son absolutamente lógicas y necesarias. Por ejemplo, hoy resulta vergonzoso y estúpido decir cosas como "pareces un gitano", para indicar desaliño, o "eres un judío", como sinónimo de avaricia. Desterrar este tipo de muletillas supone tener una mayor conciencia de lo que uno dice, cosa muy deseable.

Lo malo es que sobre esta revisión natural y sensata del lenguaje se ha terminado por construir un disparate. Los extremistas de lo políticamente correcto han llenado el mundo de eufemismos que son como biombos con los que se intenta ocultar y desfigurar la realidad. Es una palabrería delirante e impúdica, porque impide, precisamente, tener una verdadera conciencia de lo que se está diciendo, y eso es una obscenidad intelectual. A menudo me pregunto quiénes serán aquellas personas que se dedican a inventar las expresiones políticamente correctas más petardas, y no puedo evitar pensar que es gente que en realidad desprecia a quienes se supone que está defendiendo (incluso aunque pertenezca a ese colectivo). Esas tonterías de la tercera edad o de los afroamericanos, por ejemplo, ¿no ocultan cierto asquito a los ancianos, cierto desdén hacia las pieles oscuras? ¿Y por eso les parecen feas las exactas y hermosas palabras viejo y negro? Es la dictadura de los acomplejados y los necios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_