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Reportaje:EXTRA DE NAVIDAD

Los más listos de la casa

La elección de los juguetes es importante, pero lo es más que los padres valoren si les convienen y los compartan con los niños.

La elección de los juguetes es importante, pero lo es más que los padres valoren si les convienen y los compartan con los niños.

Un mes antes de Navidad, Lara ya se ha empollado los catálogos de juguetes que han pasado por sus manos. Los discute con sus amigas del cole, y marca los candidatos con un círculo fluorescente y un contundente: "Me lo pido". Esta vez, su padre le ha prometido que los Reyes y Papá Noel le traerán lo que ella pida por sus buenas notas y por todas las tardes que él no ha podido llegar a tiempo para echar una partida en la play. Un poco apenada, María, la madre de Lara, reconoce que Antonio, el padre, ha cambiado de empresa y que ya casi no ve a la niña. "Se dejan recados en la pizarra de la cocina: 'Papá, ¿hoy juegas?".

El amor paternal, un poco de senti-miento de culpa y la extra de Navidad dan mucho de sí estas fechas. Los padres españoles se gastan un poco más en juguetes que el resto de europeos. Además regalan en Papá Noel y en Reyes. Las asociaciones de consumidores pronostican que estas navidades cada español se dejará más de 200 euros en las jugueterías. Y todo esto a pesar de que el 60% de los padres piensa que sus hijos tienen más regalos de los convenientes (según un estudio de la Unión de Consumidores de Aragón y de la Asociación Nacional de Estudios Psicológicos y Sociales).

Una mañana en varios grandes almacenes de juguetes da fe del desasosiego de muchos padres a la hora de elegirlos. Rafa lleva un par de horas dando vueltas entre los muñecos de Disney y no se decide. Su hijo de tres años le ha pedido a Spiderman. "¡Pero si no sabe quién es! Algún amigo del cole le habrá comido el tarro", comenta. "Los mejores publicistas de los juguetes son los niños previamente convencidos, que insisten una y otra vez", dice José Luis Linaza, catedrático de psicología evolutiva de la Universidad Autónoma de Madrid.

Con los bebés, los adultos se encomiendan al manual de instrucciones y se fían al ciento por ciento del consejo del vendedor. Comprueban que esté homologado, lo tocan para tener la certeza de que no sea demasiado duro…, y a la caja. En la sección de videoconsolas y juegos electrónicos, los padres llevan la chuleta y se van más seguros con su compra. "Muchas veces, los adultos nos metemos en la aventura de comprar los juguetes sin tener ni la más remota idea de qué les gusta a los niños", advierte Linaza, que insiste en que hay que observar y jugar con los chavales para triunfar. Aunque el aluvión de publicidad les ponga aparentemente las cosas claras, ellos también se equivocan. "Antes de la campaña de Navidad piden juguetes genéricos: una muñeca, un balón, un coche… Cuando empieza el bombardeo publicitario, esas peticiones tienen marcas concretas".

Todos, hasta los fabricantes de juguetes, recomiendan a los padres que no se dejen avasallar por la publicidad. "La moda influye en la decisión del niño. Hay que comprar antes: nos dejaremos menos dinero y no nos machacarán con el juguete caro", advierte Antonio Pueyo, consejero delegado de la juguetera Simba. Alberto Díaz Méndez, director comercial de las jugueterías Poly, una cadena con más de 30 años en el sector, no niega la influencia de la publicidad en el gusto de los niños, aunque "un buen producto se abre camino por sí solo".

La emisión de un anuncio de juguetes cuesta estos días cerca de 5.000 euros y los cortes publicitarios en horario infantil pueden durar hasta 17 minutos. Todos llevan una factura impecable, una música pegadiza y unos eslóganes que se memorizan. Sin embargo, los niños olvidan pronto todo este despliegue. Linaza lo ha comprobado en sus investigaciones: "Las falsas necesidades creadas por los anuncios duran menos en el niño que en el adulto. Al cabo de unos meses, ese pedido con nombre y apellido vuelve a ser un juguete más si es útil y fomenta el juego".

Porque el juego es, según los expertos, lo que importa. Kathleen Alfano dirige desde 1979 el Play Laboratory de Fisher-Price INC con sede en East Aurora (Nueva York), una especie de templo del juego donde el juguete se somete al veredicto del juez más severo: el niño. "Hemos encontrado nuestras ideas más brillantes mirándoles jugar. Son mucho más creativos que nosotros". En el Play Laboratory, los pequeños prueban los juguetes hechos a mano y aún sin pintar, mientras los creadores observan nerviosos a través de un cristal tintado. "Los niños pequeños son brutalmente honestos. Si no les gusta, lanzan el juguete contra la pared o le dan la espalda y empiezan a llorar", cuenta Alfano. Una frustración idéntica a la que sufren muchos padres cuando el niño se queda encantado con la caja y pasa del juguete que contiene.

A los niños les gustan los juguetes, pero sobre todo quieren jugar, y se ponen muy serios cuando lo hacen. Lo saben muy bien en la juguetería Abracadabra (San Sebastián), donde los niños pueden jugar con todo lo que está a su altura antes de decidir qué llevarse a casa. "Los padres no pueden dejarse llevar", afirma su propietario, Román Arruabarrena. "Si delegan la decisión en el crío se cae en el capricho y en el abuso. Tienen que comprobar que no tengan juguetes parecidos en casa y que sean útiles; si no, el niño no sabrá qué hacer con ellos".

¿Cuáles son las pistas de que un juguete funciona? "Una buena señal", explica Alfano, "es que el niño le dé al juguete un uso diferente. Por ejemplo, que se lleve la vaca a beber leche a la cocina. Eso quiere decir que está investigando nuevas funciones para el juguete, le está buscando un lugar en su mundo y, por tanto, le ha gustado". ¿Cuándo ha fracasado un juguete? Linaza no se lo piensa dos veces: "El que sea para ver, el que se rompe fácilmente, el que es muy caro y, por ello, los adultos restrinjan su uso. Un juguete del que se pueda disfrutar poco". Tampoco funciona el cacharro muy complicado, que lo hace todo por el niño y no le deja participar. Juan Merin, de Unicef, ha observado la querencia de los padres españoles por los juguetes didácticos. "Hay una tendencia a comprar juguetes diseñados para una edad superior a la que tiene el niño, pensando que así se propiciará mejor su desarrollo", señala.

"Los juguetes de etapas anteriores aburren al niño, y los de etapas superiores le angustian porque no los entiende", sentencia Virginia Trèmols, psicóloga del departamento de pediatría del Institut Universitari Dexeus, y añade: "El juego es un potente estimulador del crecimiento del sistema nervioso central. En el desarrollo influyen factores genéticos y ambientales, pero siempre seguirá un mismo patrón, de tal forma que no se alcanzará un grado evolutivo superior hasta no tener consolidado el nivel anterior".

"Todos los juguetes tienen un potencial de enseñar al niño, sean didácticos o no. Aunque muchas veces los padres puedan sentirse más en su papel regalando juegos educativos, yo les recomendaría que compren cualquier tipo de juguete siempre que a ellos les atraiga, porque entonces seguramente jugarán con el niño", tercia la experta de Fisher-Price.

El momento culminante del día de Reyes no es el minuto de abrir los regalos; lo que verdaderamente emociona a los chicos es que sus padres les ayuden a montar el nuevo artefacto y se pongan a jugar con ellos. Esto se dedujo a la primera en una encuesta a cerca de 10.000 niños de Coslada (Madrid): "A mis padres no les gustan los videojuegos ni quieren aprender a usarlos. La madre de mi amigo juega con él y además le gana. Eso sí que es una madre enrollada". Así lo dice en la encuesta un niño de 10 años, y el Libro Blanco de la Infancia diagnostica con contundencia el problema: "Padres que juegan poco con sus hijos o no tienen tiempo porque trabajan muchas horas". Las larguísimas jornadas laborales están privando a los niños de unos magníficos compañeros de juegos. "No es hacer por hacer, es hacer porque quiero hacerlo", señalan en www.ludomecum.com, una web española especializada en juguetes y asesorada por pedagogos y fabricantes. Estos expertos señalan las diferencias entre "jugar en off" (hacer como que jugamos con el niño, pero tener la cabeza en otro lado) y "jugar en on" (implicarse de lleno). Nunca un adulto va a estar más cerca de su hijo que cuando juegan juntos. "Es lo que más disfrutan y lo más importante para su desarrollo psicológico", sentencia Linaza. Quizá por eso, y aunque ella aún no lo sabe, el regalo que más le va a gustar a Lara estas navidades vendrá en papel de colores dentro de un sobre cerrado. "Vale por una partida en la play con papá esta tarde a las siete. El que gane elige la cena".

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