_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Limbo y VPO

Hace ya mucho, con tan sólo un par de años desgobernando Zaplana, el entonces titular de Economía, Vicente Rambla, presentaba a los medios de comunicación su informe anual. La prolija exposición y la aridez de las cifras me permitieron echar un vistazo por aquel tomo y hasta fijarme en un dato que llamaba poderosamente la atención: la construcción de viviendas de protección oficial había caído en picado. En el turno de preguntas me interesé por las causas de tan vertiginoso descenso, pero el conseller aseguraba no tener la respuesta a mano prometiendo que la buscaría e inmediatamente me la haría llegar. Y hasta hoy.

Aquella explicación que aún me debe, como la del alcalde de Bienvenido Mister Marshall, debe haber caído en un agujero negro junto a las cientos de miles de VPO que desde entonces jamás se han llegado a edificar. No lo digo yo, sino el propio Síndic de Greuges, tan poco sospechoso de rojo peligroso. Que a su vez ha basado su informe en los estudios de la misma conselleria ahora airadamente agraviada. Porque la reacción gubernamental ha sido casi tan descalificadora como cuando el mismo Bernardo del Rosal no tuvo más remedio que sacar los colores a Bienestar Social por la inacción ante la violencia de género. Se defiende el Ejecutivo a sí mismo y le defienden los constructores, que algo tendrán que ganar haciendo de paladines. Quizá es que ni urbanizadores ni gobernantes se han enterado de que ya no hay limbo, que lo acaba de decir el Papa de Roma. Los que siguen ahí son los Cerros de Úbeda, donde el soldado prefería hacer el amor antes que la guerra y por donde ahora ramonean los discursos oficiales. Porque vamos a ver, señoras y señores: en el año internacional de la Física, las VPO o están o no están. Si no se las ve, ni se las toca, ni se puede vivir en ellas, es que no están.

Babia también existe. Pero no para quienes necesitan piso ni para el Síndic de Greuges. Menos mal.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_