Odiseo vuelve al mar
Es ya casi un tópico literario, cuya acuñación más concisa y admisible debemos a Borges, que la historia de la literatura occidental gira en torno a un brevísimo puñado -bastan los dedos de una mano- de argumentos, recurrentes e infinitos. Uno de ellos, quizá el más puramente novelesco de todos, es el del protagonista que intenta por todos los medios regresar a su hogar para recuperar lo que es suyo, a través del océano y de ese otro océano más inmisericorde, el tiempo. Obstaculizan su retorno las acechanzas de los monstruos y las seducciones de la belleza complaciente pero posesiva. La primera versión de este motivo y, por antonomasia, la de sus recreaciones y puede que también la del relato innecesario de tu vida y la mía, lector, llevan un mismo título: "Odisea". Hace más de medio siglo el erudito irlandés W. B. Stanford reunió con acertados comentarios los principales avatares de esta historia en su libro The Ulysses Theme, cuyo subtítulo reza: "Estudio sobre la adaptabilidad de un héroe tradicional". Pero lo más notable es que esta obra no ofrece solamente constancia de las recreaciones posteriores de la Odisea, como la tan célebre de James Joyce en su Ulysses, sino los poemas o relatos que se ocupan de qué hizo Ulises luego, una vez liquidados los pretendientes, tras recuperar el trono de Ítaca y el lecho de Penélope.
EL MAR EN RUINAS
David Torres
Destino. Barcelona, 2005
298 páginas. 18 euros
De Dante a Kazantzakis o Derek Walkott, abundan los creadores que han intentado narrar conjeturalmente la segunda parte de su epopeya. Porque tal es precisamente la fascinación que despierta ese personaje, incomparable y primordial entre todos los de nuestra cultura: su "adaptabilidad" -como señaló Stanford- a los enigmas que nos retan generación tras generación, la imposibilidad de dejarle confinado en su victoria como en las dulces redes de Calipso o Circe.
Desde hace no mucho contamos en español con la que será la versión castellana de la "Odisea" al menos para una generación, la de Carlos García Gual (Alianza). Y ahora por suerte y para nuestro deleite, recibimos una vigorosa novela de David Torres que prosigue, con conocimiento fiel de la tradición pero también con imaginativa rebeldía e innovación, la inacabable peripecia del héroe homérico. Envejecido aunque no tanto como para resignarse al aburrimiento, Odiseo vuelve al mar que -como muy expresivamente dice el título del libro- está en ruinas: lo que fue aventura solar es ahora zarabanda de espectros y concatenación casi siniestra de episodios ricos en truculencias aunque no exentos de sabrosas ironías. Es el punto de vista femenino de Penélope quien dirige la narración (en este aspecto el relato me recuerda a la admirable La hija de Homero de Robert Graves) y la figura que adquiere particular relevancia no acompaña a Odiseo sino que se aprovecha de su ausencia: es su hijo Telémaco, convertido en un atroz puer aeternus que oficia como Calígula de Ítaca (fue Kierkegaard quien escribió que los césares más tiránicos no eran más que niños malcriados y encanijados pero con plenos poderes...). Odiseo busca a Ulises, del que le hablan leyendas que le irritan, pero descubre que sigue siendo Nadie, como ante el Cíclope Polifemo, a la hora de repetir la hazaña imposible que el tiempo desmiente. Al final aprende (¿aprende?) que los héroes tienen que elegir entre conservar su nombre y perder el riesgo famoso que los encumbra o volver al anonimato y continuar sin tregua su vagabundeo entre inexplicables proezas. Antes o después, mientras aliente, es seguro que Odiseo volverá al mar...
David Torres se nos reveló
como narrador en una hermosa saga de alta montaña, Nanga Parbat. Después quedó finalista del premio Nadal con un thriller inusual, El gran silencio. Además es columnista en el diario El Mundo, guionista en el programa de televisión Al filo de lo imposible y autor de cuentos inquietantes y obsesivos. También él, sin duda, como Ulises, gusta de navegar por mares en los que faltan coordenadas fiables...
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