Best vuelve a casa
El futbolista norirlandés será enterrado hoy en Belfast ante medio millón de desolados hinchas
El ataúd donde reposa el cadáver de George Best sobrevoló ayer el Mar del Norte para posarse a las doce del mediodía en Belfast, la ciudad en la que nació en 1946. A los pies del pequeño avión privado que trasladó los restos del ex futbolista, dos gaiteros entonaban música funeraria con resabios del folclore local. Junto a ellos aguardaba al pie de las escalerillas el padre del jugador más carismático de la historia de las islas Británicas, Dick Best, un anciano. Nadie más. Del jet descendió Callum, hijo del mítico extremo del Manchester United de finales de los sesenta y principios de los setenta, y el antiguo representante del héroe norirlandés, Phil Hughes.
Sin embargo, a pesar de la aparente modestia del recibimiento, la ciudad de los alambres de espino, las iglesias y los murales amenazadores, prepara el "mayor evento de su historia". El Ayuntamiento de Belfast está en "zona fría". Ni católica, ni protestante. A la entrada del consistorio, unas mesas cubiertas por un paño verde sostienen cerca de 15 cuadernos de piel. Son para dedicarle un último pensamiento a Best. Ya no están en blanco, apenas queda una hoja libre. "Simply, the Best" ("Simplemente, el mejor"), es la frase más repetida. El alcalde de la ciudad, Wallace Browne, lleva una chaqueta azul cruzada por una gruesa cadena sobre la que cae una enorme cruz con varias puntas doradas. "Nunca he visto Belfast así", dice. No es extraño. Se espera que sean cerca de medio millón de personas las que acompañen bajo la lluvia la caja con los restos mortales de Best hasta el cementerio, la despedida más multitudinario desde la de la princesa Diana. La ciudad tiene 600.000 habitantes. Ayer ya empezaron a llegar los vuelos chárter procedentes de otros puntos del Reino Unido y del extranjero. La estación principal de tren y la de autobuses estaban cercanas al colapso.
La calle en la que está la casa donde nació George Best y en la que aún vive su padre estaba ayer cortada al tráfico por la policía, por mucha policía. Se ha convertido en un santuario. El pequeñísimo jardín delantero es el altar y está repleto de ramos de flores, fotos, balones y camisetas del Manchester o de la selección norirlandesa. La casita, de ladrillo visto y dos plantas, está a menos de 100 metros de un campo de fútbol. En realidad, una pradera acotada. Allí, donde Best jugaba en el equipo escolar, también hay banderas y leyendas. Grafitis. Juegos de palabras. "Maradona era bueno, Pelé era grande, pero George era el mejor", se lee en una tela adosada a una de las miles de mallas metálicas que separan casas, barrios, comercios y cuarteles en la ciudad.
Muchas personas, casi ocultas bajo sus paraguas, deambulan por las cercanías del número 16 de Barren Way. "Hemos venido de Manchester", comenta un hombre con sus dos hijas pequeñas. "Es una pérdida irreparable", dice con la cara contraída, con un cierto dolor genuino, como si el jugador fuera algún pariente cercano. El mural que da acceso al barrio, protestante, es ahora la efigie del jugador. Dicen que hace pocos días era un aviso poco amable de un grupo paramilitar.
"Todo el mundo quiere poder decir que estuvo allí, que ellos vieron el funeral de Best", comenta un analista local de la BBC, Austin O'Callagham. "Es como si la gente se hubiera convencido de que se va a pasar lista", insiste O'Callagham, que dice no estar sorprendido: "Best es lo mejor que ha exportado Irlanda del Norte en su historia y, además, es lo primero, junto al cantante Van Morrison, que no tiene que ver con la política". Nadie quiere perdérselo y nadie se lo perderá: muchas pantallas de televisión instaladas en las calles transmitirán el duelo. El cortejo partirá de Stormont, sede del Parlamento norirlandés. Nunca, salvo con ocasión del funeral del primer Primer ministro de Irlanda del Norte, Lord Craigavon, se había usado el Parlamento con ese fin. La interminable fila de participantes en el adiós póstumo llegará hasta la casa donde pasó su infancia el jugador y de allí al cementerio. El padre del ex futbolista ha pedido que la gente no se quede en silencio cuando pase frente a ellos el féretro. Quiere que aplaudan, que griten, que le jaleen como si le estuvieran viendo regatear en un campo de fútbol.
Nadie habla del proceso autodestructivo de Best, muerto prematuramente a los 59 años por su alcoholismo. "Esta semana no toca hablar de eso. Él lo pidió poco antes de morir y queremos respetarle", explica un amable vendedor de prendas de lana inglesa en el muy unionista barrio de Cregagh, el mismo en el que empezó a corretear Best.
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