La revolución del 'carving' cambia el estilo del esquiador y el diseño de materiales
Las tablas, más cortas, facilitan el deslizamiento y hasta las colas en el telesilla - Tejidos como el Polartec o el Gore-tex logran mantener el calor a la vez que transpiran y aislan - Chips en esquís, anoraks y 'forfaits'
La popularización del esquí alpino tiene un nombre propio: la llegada al mercado del concepto carving. La implantación de este tipo de esquís en la década de los noventa abrió una nueva dimensión a todos los usuarios noveles y de nivel intermedio en la que vieron plasmadas todas sus aspiraciones y necesidades. "El carving ofrece un esquí más fácil, más económico en el esfuerzo, más efectivo y que perdona los errores", resume Francesc Herrera, técnico deportivo superior de esquí alpino.
La aparición de estos esquís 30 centímetros más cortos que los tradicionales de dos metros de longitud y con las espátulas y colas más anchas, revolucionó la técnica del esquí basada en la ejecución del viraje carving. Con este diseño de esquís, se ofreció al aficionado una manera más eficiente y consistente en controlar la dirección, la velocidad y la estabilidad de las tablas.
Los primeros carving aparecieron en las pistas de las estaciones de esquí del centro de Europa y en Estados Unidos en 1990. El éxito de esta manera de esquiar se exportó al resto del mundo. "Se llegó a la forma de esquiar carving por la brutal competencia del snowboard. Los fabricantes se vieron obligados a escuchar a los aficionados al esquí y no centrarse en el laboratorio de la alta competición".
Las nuevas tablas tuvieron otras consecuencias: las estaciones de esquí descubrieron que las colas que se formaban en los remontes y telesillas de sus centros eran más ordenadas. ¿La clave? Al haber disminuido la longitud de las tablas, los esquiadores las podían maniobrar mejor en su lento avance, sin apenas engancharse con la persona que les precedía.
Pero las colas también van más rápidas con forfaits en forma de chips o banda magnética, que se incorporan al anorak. La firma Rossignol hace varios años que incorpora en su esquís unos chips para contrarrestar los diferentes esfuerzos de la tabla en los virajes. Ninguna de las dos novedades van dirigidas al esquiador de alta competición. Son avances del que se puede aprovechar el aficionado, como ya lo ha hecho con el casco que, gracias a sus escasos gramos de peso, ya hasta hace las veces de gorro y orejeras.
Del mismo modo que el carving ayudó a la popularización del esquí, con la vestimenta pasa un poco lo mismo. La necesidad de los aficionados de esquiar sin pasar frío aumentó con la exigencia de un material más ligero. La quimera de los fabricantes sigue siendo aunar en una prenda libertad de movimiento, impermeabilidad y regulación térmica. El secreto para conseguir este objetivo son los tejidos multicapas.
La vestimenta moderna para la práctica del esquí ha tenido su laboratorio en las prendas que comenzaron a utilizar los alpinistas hace 30 años. "Los alpinistas dejaron de llevar el típico jersey de lana y los pesados plumones y tejidos que no transpiraban y comenzaron a utilizar tejidos transpirables, ligeros, finos y que se secaban muy rápidamente", explica Albert Carrera, responsable comercial de Dynafit, el material de esquí que distribuye en España la empresa italiana Salewa. "Ahora los esquiadores se visten con una o dos capas muy térmicas, como el Polartec, y una chaqueta Gore-tex", marca registrada por la empresa W. L. Gore & Associates, que se aplica a un tejido impermeable y transpirable de politetrafluoetileno, tanto a la ropa como al calzado.
La tecnología en el esquí no se para con el diseño de nuevas tablas y prendas aislantes. El último invento, en proceso de comercialización, es la aparición de un anorak con calefacción,aunque, de momento, al precio de 300 euros.
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