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China restablece el suministro de agua en la zona afectada por el vertido tóxico

El agua volvió a manar ayer de los grifos en Harbin (capital de la provincia de Heilongjiang). Las autoridades chinas restablecieron a las seis de la tarde (once de la mañana en la España peninsular) el suministro, que durante cinco días ha estado suspendido a causa de un vertido tóxico en el río del cual se abastece, esta ciudad de 3,5 millones de habitantes. Como había prometido, Zhang Zuoji, gobernador provincial, se bebió el primer vaso para probar que el agua es segura.

El pasado día 13 se produjo un derrame de 100 toneladas de productos tóxicos -principalmente benceno (un potente cancerígeno)- en el río Songhua, por una explosión en una petroquímica de Jilin (capital de la provincia del mismo nombre). El desastre obligó a cortar el agua corriente en Harbin, 350 kilómetros aguas abajo.

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Los controles realizados ayer mostraron que no había rastros de benceno en el río. El nivel de nitrobenceno era de 0,0034 miligramos por litro, dentro de los límites nacionales.

El Gobierno de Harbin ha puesto en marcha un sistema de alerta de tres colores para mantener informados a los habitantes, a través de los medios de comunicación, sobre el estado del agua durante los próximos días. Rojo significa que no es utilizable en absoluto; amarillo que se puede usar, pero no beber, y verde que es buena para todo. En un movimiento poco frecuente en China, dos residentes han demandado en los tribunales a Jilin Petrochemical, la compañía responsable del vertido.

El primer ministro, Wen Jiabao, que el sábado se desplazó a Harbin, prometió transparencia y pidió a las autoridades que examinen la situación en el cauce inferior del río, donde cientos de miles de personas podrían verse afectadas. El agua contaminada se dirige lentamente hacia la frontera con Rusia, donde el Songhua fluye en el Amur.

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El desastre ha vuelto a poner de manifiesto el grave problema medioambiental que ha creado el acelerado desarrollo experimentado por China en las dos últimas décadas y el secretismo con que siguen actuando los dirigentes.

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