Violencia doméstica
Sería idóneo no tener que señalar una fecha en el calendario para llamar a una reflexión más intensa sobre la lacra social que supone la violencia doméstica, pesadilla diaria en la que viven cientos de miles de mujeres. Y viven así debido al maltrato singular que reciben de sus parejas, y también de otros miembros de la unidad familiar, y por el desamparo plural que reciben de la sociedad en su conjunto.
Debemos estar alerta allí donde la mano de un hombre se pose sobre la piel de una mujer con ánimo de levantar otra cosa que no sea una caricia; debemos alzar nuestra voz para ensordecer los gritos e insultos que reciben las mujeres en sus casas por hombres que pretenden demostrar su dominio a través de su cobardía; debemos estar allí donde los adolescentes inflijan maltrato psicológico y físico contra sus padres, pero especialmente contra las madres; debemos estar allí donde la sociedad no sea capaz de dar respuestas adecuadas a esas madres cuidadoras de enfermos crónicos o enfermos mentales profundos, pues el desamparo es una forma de violencia contra quien lo sufre.
Y debemos estar con la ley en la mano. Nos hemos dotado de una Ley Integral contra la Violencia de Género, aplicamos políticas valientes, directas y transversales; implementamos presupuestos para el desarrollo de las mismas, pero el día a día nos escupe la cruda realidad, con sus muertes casi diarias, sus palizas constantes y las humillaciones e insultos que no cesan. Esto convierte la vida de quienes lo sobrellevan en un auténtico calvario, una situación de terror insostenible. Es por esto por lo que se necesita que no bajemos la guardia; que las mujeres no dejen de denunciar a los maltratadores; que la sociedad grite sus nombres y abra las celdas para invitarlos a pasar a ellas; que los jueces sean contundentes; que los políticos sigan dando pasos en la dirección idónea, que no es otra que ponerse sin reservas de parte de la víctima; que los medios de comunicación no olviden esta nebulosa y que la saquen siempre a la luz.
Una última petición: que las mujeres que en el uso, y el abuso torticero, de la ley contra la violencia, ejecutando esos casos puntuales y oscuros de denuncias falsas, comprendan de una vez por todas que con actitudes tan falaces hacen un flaco favor a su persona, un gran daño a la sociedad en general y avasallan a las víctimas de verdad en particular, a las que untan con una basura que no les atañe. Caiga sobre ellas, de igual modo, el peso de la ley con todo su rigor.
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