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Columna
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Viejas oportunidades

De un tiempo a esta parte, los urbanistas y los sociólogos vuelven a poner sus ojos sobre la ciudad. En los foros, en los congresos, en las páginas de los diarios se habla de las ciudades, se discute sobre ellas. No es que las ciudades hubieran perdido jamás actualidad; dado su arraigo entre nosotros, tal cosa resultaría imposible. Pero, en un momento determinado, los problemas que se habían planteado parecían tan insolubles que mucha gente las abandonó para irse a vivir a la periferia. El auge que alcanzaron los centros comerciales y las urbanizaciones fue tan extraordinario que, durante un tiempo, temimos seriamente por el porvenir de las ciudades.

Ahora se ha visto que los problemas que provoca un urbanismo desperdigado son muy superiores a lo que se pensó en un principio, mientras que sus beneficios rara vez alcanzan las expectativas que despertaron. Transcurrido un tiempo suficiente, las personas que se mudaron a esas urbanizaciones han comprobado lo incómodo que resulta depender del coche a todas horas y el aislamiento obligado en que viven. Mientras tanto, la situación de las ciudades ha mejorado y hoy vuelven a recuperar su atractivo. Aunque debemos reconocer que entre nosotros el movimiento de regreso a la ciudad aún resulta muy tímido y no puede compararse al de otros lugares.

En un coloquio celebrado recientemente en Alicante, el urbanista Alfonso Vergara manifestaba que la ciudad será una pieza clave en la nueva economía que se dibuja. Frente a la globalización que diluye la personalidad del individuo, Vergara cree que "la ciudad es el lugar con la identidad más definida que existe hoy en día". Es una idea que, en los últimos tiempos, han expresado un buen número de estudiosos del tema. Hoy en día, se acepta que las ciudades que atraigan a los profesionales más innovadores y mejor preparados desempeñarán un gran papel en la economía futura. Para ello, claro está, deberán ser capaces de crear unas excelentes condiciones ambientales y de trabajo, algo que en algunos lugares ya se ha comenzado a hacer. De las ciudades de nuestro entorno, Barcelona es quien ha dado los pasos más decididos en esa dirección, según tengo entendido.

En esta línea, Vergara ha dicho que el triángulo formado por Alicante, Elche y Santa Pola podría convertirse en un espacio de éxito capaz de situarse en un primer plano en la nueva economía global. Si así fuera, provocaría un gran efecto sobre el resto de la provincia, y estimularía su desarrollo. Las condiciones de la zona parecen, en principio, óptimas. No sólo goza de un clima extraordinario, sino que dispone de buenas comunicaciones, industrias asentadas y de dos universidades en su proximidad. Ahora, esta excelente posición servirá de poco si no existe una voluntad política para sacar adelante el proyecto, y esto ya me parece más difícil. Años atrás, Vergara expuso la idea que apoyaron un buen número de personas convencidas de su bondad, pero no se llegó a ningún resultado concreto. Los socialistas, que entonces gobernaban, no mostraron un interés real por el proyecto que terminó olvidado. Pero es que, en los tiempos de Joan Lerma, la Comunidad Valenciana se acababa en Gandia, como ya he dicho alguna vez. Más o menos, como sucede ahora, aunque el Partido Popular, mucho más hábil en cuestiones de propaganda, pretenda hacernos creer otra cosa.

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