Nada cambia
El peor momento en la vida de un columnista es cuando llega a la conclusión de que está escribiendo sobre las mismas noticias que hace diez años. Cuando un asesinato machista le aburre. Cuando el levantamiento de un muro le parece repetido. Cuando el panorama social está déjà vu. El cansancio del columnista de opinión deriva, a menudo, de su incapacidad para cambiar el mundo. De pronto, se queda sin argumentos. Ello le empuja a buscar nuevos temas.
Lo malo es que a veces no los encuentra. La naturaleza de las noticias debería evolucionar de acuerdo a los principios darwinianos, pero hay titulares que parecen auténticos tiranosaurios fósiles vivos, como los de Jurassic Park. Sólo el trabajo de un buen perpetuador periodístico podrá refrescar la memoria de los lectores, y el comentarista intentará que su crónica parezca nueva, aunque el suyo sea un tema repetido hasta la saciedad.
Por poner un caso, los asesinatos de mujeres son un ejemplo representativo de hasta qué punto se petrifica la actualidad. El columnista, que ya no sabe si tratar a los asesinos de imbéciles, por lo pesados que son y el ridículo que hacen, ha perdido la paciencia. Pero, por no aburrir a sus lectores, debe escribir sobre otras cosas.
¿Creían acaso que el trabajo de columnista era creativo? Pues no tanto. El trabajo del columnista se parece a veces al de una fregona que pasa la mopa por el mismo sitio todos los días y que sabe que al día siguiente tiene que pasarla de nuevo. Llega un momento en que uno se da cuenta de que ha hablado sobre casi todo, y se desespera en busca de nuevos temas que tratar. ¿El hambre? No, ya lo hice. ¿La política? Nunca en Nochebuena. ¿El sexo? Puede ser. Todo porque los medios tengan material con que trabajar, y el lector no caiga en la monotonía. Lo principal es que la forma sea nueva, no así el contenido. Más que a la página en blanco, el columnista teme a la cantidad de folios escritos sobre un mismo tema en el pasado. Por eso intenta renovarse.
De lo contrario, imagínense: toda la vida escribiendo sobre lo mismo. Mala noticia es que muchos aspectos de la actualidad sean prácticamente idénticos a los que vivimos hace diez años y que los problemas no hayan cambiado sustancialmente. El hambre, la guerra, la explotación, son asuntos petrificados que se muestran cada día como si fueran noticias frescas. No les extrañe que haya muchos columnistas vencidos por el tedio que no encuentran un tema nuevo para su columna: algunos reciclan artículos escritos en los noventa, puesto que prácticamente nada ha cambiado.
Y perdónenme si esta tribuna les ha parecido pesimista: si quieren les cuento un chiste.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.