Cataluña reparte romero contra la crispación
Una mujer le entregó al presidente de la Generalitat en el parque del Retiro de Madrid un manojito de romero. Lo hacía el día en que iba a presentarse en el Congreso el borrador de Estatuto de Cataluña, en medio de la conversación más tensa que ha habido en años entre lo que, para simplificar, llamamos Barcelona y Madrid. Un manojito de romero. "Le va a ir bien", le dijo la mujer a Pasqual Maragall. El manojito era inmenso, porque anduvo luego de mano en mano en el Congreso, y hay una fotografía muy famosa en la que se ve a Manuela de Madre entregándole un poco de ese romero al presidente del Gobierno. Con romero o sin él, lo cierto es que desde que el Estatuto se hizo borrador la conversación de los catalanes que viven en Madrid no cesa de girar en torno a lo que supone este documento que tanto ha crispado la conversación patria.
La ejecutiva Nuria Vilanova dice ahora en Barcelona que es de Madrid y en Madrid dice que es catalana. "Todos somos de todas partes"
Núria Espert: "Cuando nos ofrecen un papel pedimos el máximo como pago; eso es lo que ha hecho Cataluña. Ya vendrá la rebaja, y todo volverá a su cauce"
No es la primera vez que la discusión política interviene como un obús en la conversación de los catalanes que viven en Madrid, o en cualquier parte de España. Pasó en el siglo XVIII, en el XIX, cuando se proclamó la República..., y sucede ahora. ¿Lo arreglará el romero? Manuela de Madre volvió el último miércoles a Madrid, y se trajo consigo un libro, Una propuesta para el acuerdo, que adornó, para presentarlo en Blanquerna, la librería catalana, con un manojito de romero. Ante un público que en este caso estaba entregado, la vicepresidenta del PSC desgranó las virtudes del romero, con el énfasis adecuado para que los presentes supieran que estaba hablando de otra cosa: "El romero es una hierba medicinal y un magnífico condimento. La sabiduría popular dice que es bueno para la memoria, trae buena suerte y promueve el amor y la amistad". Y terminó así su descripción: "Sirve además para perfumar el aire y relajar el ambiente, cualidades muy necesarias para favorecer el acuerdo que perseguimos".
La intervención de Maragall
El romero. Carles Casajoana, diplomático y novelista (Kuala Lumpur, Quaderns Crema y Seix Barral, es su última novela), cree que, más que el romero, aquella intervención en la que Maragall se declaró "tan catalán como español" en el Senado ha contribuido a relajar el ambiente; pero es cierto que la conversación se ha tensado hasta límites francamente incómodos. Nuria Vilanova, importante ejecutiva catalana de relaciones públicas que vive en Madrid desde hace 18 años, fue hace unos días a un almuerzo en el que estaba el presidente de La Caixa, Ricard Fornesa. Alguien dijo: "Los catalanes no nos quieren". "¿Cómo que no? Yo soy catalana y te quiero".
Nuria dice ahora en Barcelona que es de Madrid, y en Madrid, que es catalana. "La movilidad es incesante. Todos somos de todas partes. Es imposible que prospere una conversación crispada como la que se tiene ahora. Tarde o temprano remitirá porque todos tenemos mucho que hacer en los dos sitios".
Josep Maria Flotats vino a Madrid para quedarse en julio de 1998. Desde entonces se siente "totalmente integrado", ha hecho de sus actuaciones éxitos sucesivos, se ha llevado bien con las distintas administraciones con las que ha tenido que lidiar, y encuentra que Madrid, "como París", es una ciudad acogedora y abierta, "con talento para apropiarse del forastero". ¿La conversación? "Pasará. No lo veo tan grave; la gente terminará sabiendo que se ha abierto un proceso de diálogo, y que así es la democracia".
No será la última vez en que se busca romero para "perfumar el aire y relajar el ambiente". Santos Juliá, que acaba de ganar el Premio Nacional de Historia con Crónicas de las dos Españas (Taurus), recuerda que Ortega, Menéndez Pidal y otros personajes del Centro de Estudios Históricos pusieron el grito en el cielo cuando los catalanes trajeron a las Cortes el Estatuto de 1932. Hasta los patronos de Madrid se fueron a la huelga general, y era la primera vez que lo hacían. La misma actitud de rechazo hubo en el siglo XIX cuando los catalanes le llevaron a la regente María Cristina su proyecto de Mancomunidad. "Ésta", dice el historiador, "siempre ha sido una conversación complicada". ¿Cambiaremos? Juliá se remite a su oficio: "La historia dice que estas cosas pasan por distintas fases; se atenúan y luego resurgen".
Eduard Punset, que fue ministro de UCD y desde hace años dirige Redes, sobre ciencia, en Televisión Española, escribe libros sobre la vida y la felicidad, y vive en Chamberí, recuerda cuando era alumno en un colegio mayor de Madrid y no se atrevía a hablar "por el acento". Eso ya pasó. "Antes, venir de Cataluña era un pasaporte estupendo. Madrid es una capital especial, abierta. Ahora nuestra conversación está sometida a cierta tensión. Pasará, porque la gente se dará cuenta de que vive en medio de un cambio cultural, y los cambios culturales son más lentos que los políticos. Trata de convicciones". Santiago Fisas, catalán y desde hace dos años consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid, sabe que "no es un momento muy fácil" para la conversación de los catalanes en Madrid, y él se pasa el día, son sus palabras, tratando de convencer, a unos y a otros, que todo se arreglará "aplicando el seny catalán". Él procura hacer de puente, pues además está en una situación política que lo favorece, y nunca se siente incómodo. "Sí, es cierto que resulta atosigante que todo el día se hable del Estatuto. Yo estoy en contra, porque me parece intervencionista, más que por cuestiones relacionadas con la Constitución. Pero también estoy en contra de todos esos mensajitos que se suceden pidiendo el boicot de los productos catalanes".
En el puente aéreo
Xavier Pascual, que se pasa el día en el puente aéreo, tiene 42 años, vive en Madrid prácticamente desde 1993 y desde hace tres años es director general de Toshiba, para España y Portugal. El tema está politizado y la conversación también. Detrás, dice, están las campañas relativas a Madrid 2012, al cava, etcétera... "En Madrid hay gente de muchos sitios, y todos entienden que el futuro se hace hablando con gente con la que no se está necesariamente de acuerdo". En algunas mesas conviene no sacar según qué temas, dice Pascual, "y claro que la crispación se percibe. Frente a ello hay que ser lógicos, cambiar de tema para mantener una mejor relación".
Cambiar de conversación. Núria Espert, que vive en Madrid desde hace 28, y que aquí ha hecho algunos de los espectáculos que la han convertido en la actriz que es, tiene una frase de su abuela para explicar el porvenir de esta situación: "La gente tiene que reunirse y mirar los números". Cuando miren los números verán qué es bueno y qué es malo. "Todos saben que tienen que negociar; hablan como si estuviera a punto de llegar el fin del mundo; a lo mejor el romero los alivia". La actriz dice: "Tienen que tomar ejemplo de nosotros: cuando nos ofrecen un papel, pedimos el máximo como pago; pues eso es lo que ha hecho Cataluña: pedir el máximo. Ya vendrá la rebaja, y todo volverá a su cauce. Como la conversación".
Santiago de Torres, delegado de la Generalitat en Madrid, que lleva en la ciudad desde hace 20 años, nos decía que lo que se ve "es la espuma de la cerveza". Cambiará el tono, cesará la conversación y será otra. Cuando le abrió Blanquerna a Manuela de Madre, y ésta acudió con el romero, hubo un tremendo alboroto en la librería: se había caído una mampara que anunciaba el libro Una propuesta para el acuerdo, y la vicepresidenta socialista gritó, a carcajadas: "¡Se ha caído el Estatuto!".
La conversación dará aún para rato. A pesar del romero.
La confusión de las élites
LE PREGUNTAMOS a Mario Gas, catalán, director del Teatro Español (del Ayuntamiento de Madrid), por el título que tendría la conversación Madrid-Barcelona de este momento, y nos dio éste: La confusión de las élites o cómo desbaratar a los pueblos. "La conversación es fluida, pero está perturbada por coyunturas políticas interesadas. Hablando se entiende la gente. Hay un proceso de debate. Hay interesados en agigantar las diferencias para sacarle partido a la crispación. Yo siempre he estado cómodo en Madrid. Me encanta".
Isabel Estapé, notaria, madre de cinco hijos madrileños, cree que "éste es el peor momento que yo recuerdo. La tensión es muy alta; soy catalana de pura cepa, pero más española que catalana. ¿Cómo bajará la tensión? No bajará mientras tengamos el problemón del Estatuto. Los catalanes, que tanta fama tenemos de vender bien, han vendido fatal el Estatuto. Han vendido un problemón. No es un problema de ideología, es que es inconstitucional, y eso ha sulfurado a la gente".
Los hijos de Isabel son del Barça. Hablando de hijos. Nos contó Xavier Pascual que su hijo Roger, de ocho años, que ha vivido siempre en Madrid, se hace llamar Javier en el colegio. "¿Roger?"
le preguntaban. Hasta que el chico aceptó que cambiando de nombre hacía más fácil su relación en el recreo. Así que ahora se llama como su padre, Javier. ¡Y como su hermano!
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