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La UPV expone la obra de artistas que han sido profesores de Bellas Artes

El Artium acoge la muestra de creaciones premiadas con los Gure Artea

La Universidad es algo más que un lugar de docencia e investigación, también tiene capacidad para acoger a los creadores artísticos más prestigiosos de su entorno. Este es el mensaje que se desprende de la exposición 25 años de obras de arte, 25 años de la UPV-EHU, que exhibe las obras ganadoras de los premios Gure Artea realizadas por artistas que han sido profesores de Bellas Artes. La sala Este alta del Artium acoge la muestra.

En total, son diez pinturas, cuatro grabados y once esculturas que dejan alto el pabellón universitario, con autores de la talla de Darío Urzay, Txomin Badiola, Jesús María Lazkano o Ibon Aranberri, por citar cuatro representantes tan distintos de la creación en el País Vasco en los últimos 25 años. El ámbito pictórico es el que mejor refleja el paso de los años, las distintas tendencias que han marcado estos lustros y su diálogo con los creadores precedentes, algunos de ellos también en el cuadro docente de la UPV, como Agustín Ibarrola o Pedro Manterola, en un momento en el que surgía la Facultad de Bellas Artes.

Precisamente, el primer galardonado en este campo, Iñaki de la Fuente, fue comisionado por el Gobierno vasco para que impartiera clases en aquella facultad. Su obra era un puente entre la contundencia telúrica del arte vasco de los setenta y los nuevos lenguajes posmodernos, Según el comisario de la muestra, Xabier Sáenz de Gorbea, la mejor expresión artística que podía ofrecer quien acudía a atender aquella facultad emergente.

Dario Urzay, que ganó en 1983, es ya un representante de la juventud artística de la transición, mientras que Daniel Tamayo, que obtuvo su reconocimiento en 1984 es uno de los primeros representantes del éxito que empiezan a conseguir los artistas formados en Bellas Artes. Alberto Rementería o José Ramón Elorza o Jesús María Lazkano son otros de los premiados en el apartado de pintura.

En el grabado, se vuelve a demostrar la capacidad técnica de los profesores de la UPV. Precisamente, Lazkano y Rementería repiten galardón en este apartado. También se incluye en él la reivindicación que Fernando Mardones realizó de la famosa escultura del tigre de Lucarini que corona un edificio industrial del arquitecto Pedro Ispizua en la calle Botica Vieja de Bilbao, entonces olvidado, y que hoy ha recuperado su peso en el nuevo Bilbao que surge a lo largo de la ría.

La escultura es el ámbito donde los planteamientos están más claros: es evidente que el peso de Oteiza y Chillida es determinante. Así ocurre en la pieza de Ángel Garraza, uno de los primeros alumnos que llegó a ser profesor de la facultad de Bellas Artes, que obtuvo el segundo premio en la primera edición de Gure Artea, en 1982.

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El cambio llega en 1989 con la escultura Colgajos de Asier Laspiur, que atiende a la realidad cotidiana con el uso de materiales menos nobles o el diálogo con artes pobres como la fotografía. Algunos de estos aspectos se aprecian en las obras de Dora Salazar o Elena Mendizábal, para desembocar en la obra ganadora de la última edición, Gaur egun (This is CNN), auténtica subversión de la tradición escultórica y la realidad política.

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