Una presidenta para África
Los partidarios en Liberia del derrotado aspirante presidencial George Weah, ex futbolista millonario y el más célebre personaje del país, rechazan los resultados de la segunda vuelta electoral, que aun sin proclamación oficial dan la victoria incontestable a una mujer, Ellen Johnson-Sirleaf, que se convertirá en la primera líder de una nación africana. Ayer, en Monrovia, los seguidores de Weah volvían a exigir la anulación por fraudulenta de una ronda que, a juicio de los observadores, ha sido tan limpia y representativa como es posible en uno de los países más pobres del mundo, escenario hasta 2003 de cualquier atrocidad imaginable en 14 años de guerra civil.
La protesta callejera, protagonizada básicamente por muchachos -muchos de ellos niños-soldado en los desquiciados años recientes- que ven en el astro futbolístico el único modelo a imitar, se une a la anunciada negativa de los cargos electos del partido de Weah a tomar posesión de los escaños obtenidos en las elecciones parlamentarias del mes pasado. Sería lamentable que los desórdenes y la agitación dieran al traste con la gran esperanza que para Liberia y el conjunto de África representa que un país desangrado y reducido física e institucionalmente a ruinas haya sido capaz de culminar unas elecciones pacíficas.
Ellen Johnson-Sirleaf, de 67 años, cuyo triunfo por casi veinte puntos debería ser anunciado esta semana, tiene por delante una labor sobrehumana. Fue ministra de Finanzas y ha trabajado para el Banco Mundial y la ONU, pero la dama de hierro liberiana estará al timón de un Estado minúsculo, carcomido por la violencia y la corrupción, y que bajo el genocida Charles Taylor, exiliado en Nigeria, ha conocido una de las guerras más largas y despiadadas del continente; además de exportar caos y refugiados a vecinos tan atormentados de África occidental como Sierra Leona, Guinea o Costa de Marfil.
Liberia tiene un presupuesto de 80 millones de dólares. Carece prácticamente de escuelas, hospitales o carreteras, y de servicios como agua corriente o electricidad incluso en extensas zonas de la capital. En sus circunstancias, hay que felicitarse de que haya preferido a quien en teoría mejor puede atraer inversiones, apoyo internacional y presumiblemente contribuir a restablecer su ahora inexistente credibilidad.
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