_
_
_
_
Reportaje:

Entre el violín y las matemáticas

Los artistas y deportistas de élite y algunos niños que viven en el circo cursan estudios con un peculiar programa a distancia

Elisa Silió

Hicieron falta un test de inteligencia, un informe psicológico y las cartas de recomendación de Plácido Domingo y Daniel Barenboim para que el Centro para la Innovación y el Desarrollo de la Educación a Distancia (Cidead) aceptara como alumna, pese a su corta edad, a la violinista Carla Marrero. Tenía siete años. "Si volviera atrás no lo haría", dice su padre, Gonzalo Marrero, que ha pasado de dirigir una empresa de hostelería a "trabajar para Carla". "Es una gran responsabilidad. Cambia la vida del niño y su entorno, y es un mundo muy competitivo", confiesa.

Han pasado tres años y Carla cursa 4º de la ESO en el Cidead junto a otros 1.000 alumnos, la mitad menores de edad. "Atendemos a españoles residentes en el extranjero, a otros que proceden del sistema educativo español aunque sean extranjeros, y en España a los niños que no reciben el servicio de educación a distancia de las comunidades autónomas: estudiantes con vidas itinerantes, como artistas y deportistas de élite, o niños que viven en el circo", cuenta Rafael Martínez, director del Cidead. Además, hay 500 inscritos en la Educación Secundaria para Personas Adultas a Distancia (ESPAD): soldados en misión fuera de España o marineros, presos en el exterior (unos diez), e incluso algún jubilado como Ramón, que a sus setenta y muchos años termina el bachillerato desde Suiza. La cifra de estudiantes es estable, aunque cada vez hay una mayor demanda de militares que necesitan estudios para ascender en su carrera militar y reciben muchas solicitudes, que no atienden, de suramericanos.

Más información
En dos escuelas

Según se producía el traspaso de competencias a las comunidades, el Centro Nacional de Educación Básica a Distancia (Cenebad) y el Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia (INBAD) fueron perdiendo alumnos hasta desaparecer a mediados de los noventa, para dar paso al Cidead. "Son personas que, de no ser por el centro, estarían abocadas a unos altos niveles de exclusión", subraya Martínez. Alguna vez miembros de sectas han intentado esquivar la escolarización presencial de sus hijos matriculándoles en el centro, y por eso el Cidead pide que los inspectores de las comunidades autónomas estudien con lupa cada caso.

Al ser aceptada en el Cidead, Carla abandonó el Colegio Suizo de Madrid. "Planteé el problema en la escuela por su alto coste y ellos, que querían que Carla siguiese, le ofrecieron una beca total pero sin compromiso académico. Así que ahora va algunos días para no perder el contacto con sus compañeros", relata su progenitor. Si no, Carla "lee una hora en la cama, se pone a practicar con el violín, va a clase en la escuela del ruso Serguéi Fatkouline, hace las tareas del Cidead y juega", prosigue Marrero. "Y tres fines de semana al mes viajamos a Colonia, donde estudia en la Escuela de Música (con rango universitario)".

Los estudiantes de primaria, ESO y bachillerato del Cidead cuentan con libros y guías de orientación, y cada 15 días envían por fax, correo ordinario o electrónico las tareas organizadas por unidades quincenales. Una vez al trimestre -salvo los alumnos hasta 2º de la ESO- se examinan en aulas dispuestas por toda España y en las embajadas y consulados. "Somos como un instituto de mediano tamaño con 1.000 alumnos, en unos 70 países y controlados por 20 tutores", explica Pilar Urzainqui, coordinadora de los tutores. Los miércoles, la oficina es un caos de sobres con deberes que se distribuirán por el mundo en valija diplomática.

"El sistema está muy bien porque van al grano y les enseñan lo que necesita saber un niño", opina Gonzalo Marrero. Un argumento que comparte Klaus Kurzwweg, de 14 años, que desde los seis está matriculado en el Cidead. "Se cumple el temario y cunde más. No tienes que esperar a los otros 29 de clase". Klaus vive en un velero con sus padres y pasa los inviernos en Canarias -"allí tengo amigos de confianza aunque viajemos"-, y en verano surcan el Mediterráneo. "Gracias a que no va a la escuela está motivado. No le agobian ni le sobrecargan de trabajo", asegura Loli, su madre.

En pleno debate sobre la calidad de la enseñanza en España, Martínez se mantiene al margen: "Tuvimos un alumno con la mejor nota de selectividad y otros no aprueban ninguna. No hay ningún proceso de selección por rendimiento". Otros, como José Francisco González, profesor de latín y griego, sí se moja: "El año pasado di clase en un instituto y sólo una niña tenía mejor nivel que estos alumnos".

Los artistas de élite como Carla sacan excelentes notas; no así los deportistas, que andan algo más rezagados. Casi una decena de alumnos de la Escuela de Juan Carlos Ferrero están escolarizados desde este año en el centro. También la tenista Carlota Calvé, de 15 años, campeona infantil y alevín de Valencia, estudia en el Cidead desde el pasado año. "Mis padres quieren que haga por lo menos hasta selectividad, y soy consciente de que tengo que seguir porque si me va mal, no tengo nada. Me entreno tres horas por la mañana, luego tengo dos de clase con una profesora particular y otras tres de tenis". "Una profesora de Nadal nos decía hace poco que de haber sabido que existía el Cidead, no hubieran tenido que hacer encajes de bolillos para que él estudiase en un nocturno", cuenta Urzainqui.

"En el circo tienen unas características familiares muy peculiares. Enseguida actúan, cambian de circo... Son sagas. Hasta 2º de ESO, cuando es un colectivo importante, tienen un maestro, pero luego hay un salto importante cuando pasan a depender del Cidead. Se sienten muy perdidos", relata el director. Nuria Muñoz, a quien echa una mano el profesor, no se siente así: "El circo puede terminar y, si no estudias, no vas a ningún lado. No me gusta el circo -su padre, hombre-bala, pertenece a una cuarta generación circense, y su madre, a la séptima- y quiero estudiar un módulo de veterinaria".

Carla se encuentra ahora en Perú dando recitales; Klaus, en tierra firme en Canarias; Nuria, camino de Elche con el circo, y Carlota, enfrascada en sus entrenamientos, pero siempre con sus libros del Cidead en la maleta.

La violinista Carla Marrero, de 10 años.
La violinista Carla Marrero, de 10 años.RICARDO GUTIÉRREZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_