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Reportaje:

Teatro infantil contra las pateras

Niños de la calle marroquíes representan su desgarradora visión sobre la inmigración

Los cuerpos de Mourad, Hamza y Jamal, niños de 8 a 11 años, yacen bajo una sábana blanca. Han muerto congelados en un contenedor frigorífico en el que iban de polizones. Al mismo tiempo, sus amigos Osama y Hakim, de 10 y 12 años, deambulan por el puerto de Tánger a la espera de una oportunidad para burlar a la policía portuaria marroquí y esconderse en los bajos de un camión. Los cinco menores son niños de la calle de la región Tánger-Tetuán que han sido acogidos por ONG marroquíes. Los primeros escenifican en una obra de teatro el fatal desenlace de la inmigración clandestina. Los otros dos chicos habían ensayado también ese final, pero se escaparon un día antes para desafiar ese drama en la vida real.

Una docena de niños descalzos venden tabaco de contrabando o piden limosna

Estas dos secuencias sucedían simultáneamente la tarde del sábado. En Tetuán, la Asociación Cardijn y tres asociaciones humanitarias magrebíes organizaban el primer concurso de teatro Las Migraciones entre las Dos Orillas. Una treintena de niños de la calle estremecían las conciencias sobre el escenario del salón de actos de la Delegación de Educación representando la desgarradora visión que tienen del fenómeno migratorio. En una triste paradoja del destino, sus dos compañeros permutaron ficción por realidad para ser protagonistas del cruel destino que aguarda a la mayoría de los niños de la calle.

Mientras, sus compañeros de la Asociación Al Mouatina concluyen su obra, titulada El destino de la emigración clandestina, con el llanto cantado de los otros cinco chicos de la improvisada compañía que no dejan de dar vueltas alrededor de las figuras inmóviles de las víctimas de la obra. En ese círculo, provoca angustia el rostro flacucho de Mohamed, de nueve años. Nunca ha recibido clases de interpretación. No le hace falta porque la tragedia la lleva dentro. El dolor que transmite lo sufre al añorar a los familiares que ya no tiene -algunos desaparecieron en el profundo estómago del Estrecho- y a Osama y Hakim.

La catarsis colectiva se produce al final de la siguiente obra: El recuerdo. Una docena de niños escuálidos y descalzos, cubiertos con harapos sucios, venden tabaco de contrabando, chicles, o piden limosna. "¡Un dirham (moneda marroquí), un dirham!", claman los muchachos de la calle. Ante este presente desalentador, "¿qué futuro nos espera?", se pregunta Samara, niña de 10 años que sufre el drama de sobrevivir en la calle.

Sus compañeros de la Asociación APISF se sobreponen a un destino sin esperanza, repartiendo octavillas en las que se pueden leer leyendas sobrecogedoras: "No arriesgues tu vida por un proyecto no asegurado", "No eches tu vida entre los brazos del peligro, el miedo y la muerte", "No arriesgues tu infancia por un futuro desconocido"...

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"Es estremecedor ver cómo estos niños, que ya sufren un drama personal, describen la realidad que les toca sufrir", detallan Juan Carlos Carvajal y Jerónimo Vicente, de la Asociación Cardijn. Su director, el cura Gabriel Delgado, principal precursor de esta iniciativa, persevera en "la necesidad de intentar asesorar y educar a los más pequeños y a sus familias". Al final, la sonrisa se dibujó en las caras de estos niños gracias a la ovación prolongada del auditorio y los regalos que recibieron por su interpretación de la vida que conocen tan de cerca.

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