Rosa Valverde se desnuda anímicamente en sus últimos cuadros y cajas artísticas

A diferencia de otros creadores, Rosa Valverde (San Sebastián, 1953), no se oculta tras sus cuadros o cajas artísticas. "Cada exposición es casi un strip-tease, porque mis obras son autobiográficas, transmiten mi estado anímico", apunta. Valverde, la única mujer de la generación de vanguardia encabezada por Vicente Ameztoy y José Llanos, atraviesa un buen momento y esa "fuerza y alegría" vital se refleja en las 19 piezas que presenta en la Galería Dieciséis donostiarra. Los colores de sus óleos se han tornado más intensos y sus cajas desprenden una ironía aún más fina.

Esta vez, Valverde no expone ante el público ni dibujos, ni pasteles, ni collages como en ocasiones anteriores. "No por nada especial, sino porque no me han salido esta temporada", explica. Lo que le ha mantenido ocupada durante los últimos meses tras su exhibición en la casa de cultura Sanz Enea de Zarautz han sido fundamentalmente las cajas artísticas, que condensan su imaginario más personal, y las pinturas, las que mayor evolución han sufrido en el tiempo. "Sí ha habido un cambio en la manera de hacer los cuadros", asegura la autora. "He sintetizado la pintura y le he dado importancia al fondo y al personaje".

En Galería Dieciséis (Plaza del Buen Pastor, 16) presenta varios retratos de colores intensos realizados a partir de fotografías. En uno de ellos, inspirado en una imagen que Valverde tomó prestada de una revista, puede verse a Coco Chanel en la punta del monte sosteniendo un gran pañuelo con entusiasmo. En otro, pintado a modo de tríptico, se observa al marido de la artista sobre fondo rojo en distintas posiciones. "Solemos decir que es mi marido, moderato, pensieroso y allegro. Falta el cabreato", afirma.

Valverde necesita la ironía, el sentido del humor, tanto en el arte como en la vida. Con él crea, cuenta historias, que es al final de lo que trata su actividad creativa. El mejor exponente de este espíritu se halla en esas cajas que construye a partir de objetos que va adquiriendo como trofeos y que acumula en baúles hasta que les asigna un papel en sus cuentos.

En una de las cajas puede verse, por ejemplo, una rana que compró en una tienda de Bruselas junto a la imagen de Grace Kelly y un maniquí. Las referencias a la alta costura se repiten en muchas piezas de la exposición. ¿Por qué? La respuesta no deja de tener su ironía: "Me apunté a la colección Vestidos inolvidables y tengo un montón de maniquíes en casa. Me vienen muy bien para las cajas". Para hacerlas emplea todo tipo de objetos y materiales, desde falsas perlas hasta pañuelos, encajes, botes de perfume, falsos pétalos de rosa, fotografías, vestidos,...

La infancia de Rosa Valverde, la perfecta recicladora, impregna toda su obra. "Se me ha quedado mucha simbología", reconoce mientras recorre la muestra, abierta al público hasta el 4 de diciembre. Los intentos por encasillarla resultan siempre vanos, por lo personal de su imaginario y por su persistente afán investigador. En sus comienzos, durante los años 70, se sintió algunas veces incomprendida. "Tampoco quería que me entendieran", confiesa. "Ahora voy por territorios menos subterráneos y los espectadores comprenden más mi obra. Me siento mejor. Si no, el sentido de exponer se desvanece un poco".