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Columna
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Harriet

Manuel Vicent

Dejando a un lado a las amebas, que son inmortales, la criatura más vieja del planeta es la tortuga gigante Harriet, que va a cumplir 175 años. Vive en Australia, es hembra y todavía ovula. Se supone que esta tortuga nació en una de las islas Galápagos, y fue uno de los tres ejemplares que se trajo Darwin a Inglaterra, en 1836, al finalizar su expedición en el buque Beagle. Sus dos compañeras murieron a causa de las inclemencias del clima de Londres, pero Harriet fue trasladada a Australia, donde ahora, según cuentan, a veces saca la cabeza del caparazón y la vuelve a esconder enseguida porque no le interesa nada de lo que pasa en este perro mundo. No es el metabolismo, sino esta sabiduría la que le ha permitido vivir tantos años. Hasta que Darwin no estableció la Teoría de la Selección Natural, la mayoría de los geólogos se adherían a la Teoría de la Catástrofe, según la cual, en este planeta ha habido sucesivas creaciones de vida animal, que han sido destruidas por una catástrofe repentina, por inundación, terremoto u otra convulsión cualquiera. La última catástrofe fue el diluvio universal, que eliminó todas las formas de vida, excepto la de los seres que se refugiaron en el arca de Noé. Esta tesis afirma que las especies fueron creadas inmutables, una a una, sin capacidad para cambiar con el paso del tiempo, como algunas personas que todos conocemos. Pero la teoría de la selección natural afirma que las crías de cualquier especie compiten duramente por la supervivencia y las que sobreviven a este esfuerzo transmiten a la próxima generación algunas variaciones naturales para adaptarse al medio. Esta teoría de Darwin, extraída de la vida de ciertas tortugas, puede ser rebatida si uno analiza el comportamiento de algunos ejemplares humanos, que si bien no son galápagos, llevan a cuestas un caparazón inmutable. La tortuga Harriet es una futurista comparada con algunos políticos, con algunos obispos, con algunos jueces, que parece que acaban de abandonar el arca de Noé, dejando atrás del diluvio universal no más que sucesivos estratos de fósiles. Pero basta con mirar alrededor para comprobar que hay fósiles con traje y corbata que hablan en la tribuna del Congreso de los Diputados, presiden simposios, escriben en los periódicos e incluso toman el aperitivo a tu lado. A estos galápagos humanos no los estudió Darwin; en cambio, son los únicos seres que contradicen la evolución de las especies, aferrados como están a la tesis de la catástrofe.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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