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Reportaje:

La 'gran evasión' en busca de trabajo

La marcha de los campesinos de China hacia las ciudades cambiará la economía mundial

Con 200 millones de campesinos a punto de migrar a las ciudades para buscar trabajo, China no tiene más remedio que seguir fortaleciendo su posición como la gran fábrica del mundo. "Un parón en esta tendencia produciría una crisis política y económica en el país, que afectaría al resto del mundo", asegura Qu Hongbin, economista senior del HSBC.

China prevé que, en los próximos veinte años, unos 200 millones de jóvenes campesinos marcharán a las ciudades en busca de trabajo

Si alguien piensa que el alto ritmo de desarrollo de China va a elevar sus costes laborales y reducir su competitividad, va dado. En los próximos veinte años, unos 200 millones de jóvenes campesinos dejarán las zonas rurales para irse a las ciudades a buscar trabajo, lo que, según Qu Hongbin, economista senior del HSBC y una autoridad mundial en este tema, "cambiará para siempre la economía mundial".

Hongbin no tiene dudas de que esta ola de nuevos trabajadores industriales "contribuirá a preservar los bajos costes laborales del país". Lo cual, unido a que éstos llegarán a las ciudades armados con nueve años de enseñanza, permitirá a China mejorar su productividad y ampliar su ya fuerte posición como la gran plataforma industrial del mundo, sobre todo en productos de trabajo intensivo y de consumo masivo.

¿Buena o mala noticia? Hongbin la considera excelente. Para las empresas, porque "les permitirá producir cualquier tipo de artículos, incluso de nivel tecnológico superior al actual, con altos niveles de calidad y costes insuperables". Y para los consumidores, porque "seguirán disfrutando de productos de todo tipo a los mejores precios".

Deslocalizaciones

Con respecto a la creciente incomodidad que las deslocalizaciones industriales a China produce en Europa y EE UU, Hongbin advierte que "se trata de una tendencia imparable, imposible de bloquear; primero, porque la economía mundial está ya muy integrada, y, después, porque favorece a mucha gente". Tan imparable, señala, que ni siquiera una apreciación del yuan, por la que muchos suspiran, lograría invertir la situación. "La cuestión", afirma, "no es el valor de la divisa china sino los costes laborales, tan bajos que, aunque el yuan se revaluara en un 100%, seguirían siendo altamente competitivos".

Hongbin no desea asustar a nadie. Además de que lo ocurrido en China sea, según él, bueno para los consumidores y las empresas deseosas de reducir sus costes, lo importante es que "beneficiará a todos", dice. Una de las claves es que "estos 200 millones de nuevos trabajadores urbanos, unidos a la clase media que está surgiendo, impulsarán el consumo de productos cada vez más sofisticados, llegados de todo el mundo". Como ejemplo, el economista lanza un dato: "Los ingresos per cápita en Shanghai se multiplicaron por cuatro en los últimos doce años". Y otro dato aún más revelador: "El año pasado, las importaciones chinas aumentaron un 40%", dice.

Pese a que China acabará por elevar el nivel de su industria y ofrecer todo lo que ahora se produce en Europa, ello no ocurrirá a corto plazo. "La intención de Pekín", dice Qu Hongbin, "es concentrarse, al menos en las próximas dos décadas, en industrias de trabajo intensivo, que son las únicas que pueden absorber la avalancha de nueva mano de obra. Centrarse solamente en sectores de alta tecnología no resolvería el problema laboral".

China será un socio comercial más fácil que, por ejemplo, Japón debido a que "es una economía abierta, lo contrario de Japón. La estrategia del Gobierno chino es hacer transitar el país desde una economía centralizada a otra totalmente libre", explica. De hecho, la multitudinaria ola humana que empieza a avanzar sobre las ciudades es un efecto de esa apertura.

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