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Azerbaiyán prepara su 'revolución naranja'

La oposición acusa al Gobierno de organizar un fraude en las elecciones de mañana

Pilar Bonet

¿Están los dirigentes de la república petrolera caucásica de Azerbaiyán preparados para la democracia o las elecciones parlamentarias del domingo serán otra variante de las revoluciones de colores que triunfaron en Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguizistán (marzo de 2005)? Ésta es la pregunta que flota en el aire en Bakú, la capital de Azerbaiyán, en vísperas de los comicios del domingo 6 de noviembre. Cinco millones de electores eligirán un Parlamento de 125 diputados por sistema mayoritario en presencia de un despliegue de observadores internacionales.

Vivo está aún el recuerdo de las truculentas presidenciales que en octubre de 2003 dieron la victoria a Ilján Alíev, el hijo del presidente Gueidar Alíev, y legitimaron así en el poder a una dinastía enriquecida gracias al petróleo. Alíev padre fue máximo dirigente de Azerbaiyán en época comunista y volvió al poder en 1993.

Los comicios de 2003 hubieran podido ser la primera revolución democratizadora en el entorno postsoviético, pero la represión de los manifestantes que tras las elecciones denunciaban múltiples irregularidades encontró poco eco en las democracias desarrolladas.

Para EE UU y la UE, Azerbaiyán es una alternativa para el aprovisionamiento de crudo, no tanto por su propia producción (20,5 millones de toneladas este año), sino también por el oleoducto que une el puerto de Bakú, en el Caspio, con el de Ceyjan, en la costa turca del Mediterráneo, que comenzará a funcionar a fines de 2005 o principios del 2006. Pero el boom económico que vive el país más rico del Cáucaso queda restringido por la corrupción de las clases dirigentes, que se benefician de una economía cerrada y monopolista, mientras un 40% de los ciudadanos vive en la miseria.

Las apuestas en juego son enormes. En vísperas de los comicios, Ilján Alíev ha dado muestras de nerviosismo y ha destituido y encarcelado a un grupo de altos funcionarios, entre ellos el ministro de desarrollo económico, Farjad Alíev. Según la versión oficial, los cesados estaban preparando un "golpe de Estado". El régimen no ha aportado pruebas y los detalles de la trama son poco verosímiles. Con seguridad sólo puede decirse que Ilján Alíev percibía como amenaza a los encarcelados.

La oposición democrática se ha unido en un bloque bautizado como Azadlik (Libertad), que presenta candidatos para 116 de los 125 escaños. Sus figuras principales son Isá Gambárov, un lingüísta que fue jefe del Parlamento durante el Gobierno del Frente Popular (1992-1993), y Alí Kerimli, que fue secretario de Estado durante aquel Gobierno. Ambos políticos lucían ayer corbatas naranja, y naranja es el fondo elegido para sus carteles electorales y sus camisetas.

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"Hay un mercado para el naranja en Azerbaiyán y nuestros hombres de negocios ya se han dado cuenta y han importado ropas de color naranja", señalaba Kerimli. Según el político, hay diferencias entre Azerbaiyán y su vecina Georgia y Ucrania. En Ucrania, la oposición disponía de la plaza central de Kiev para relacionarse con el pueblo y tenía una representación significativa en el Parlamento. En Azerbaiyán, la oposición ha visto desterrados sus mítines a las afueras de la ciudad y su representación en el Parlamento saliente era de cinco legisladores. Con Georgia, la diferencia está en que el régimen de Alíev es más represivo que el de Eduard Sheverdnadze.

La oposición ha convocado un mítin para el martes 8 de noviembre, pero solo el lunes decidirá el carácter de esa convocatoria. "Todo dependerá de si la falsificación es parcial o masiva. Y nos preparamos para una falsificación masiva", dice Kerimli.

Un policía, ante un cartel electoral en el centro de Bakú.
Un policía, ante un cartel electoral en el centro de Bakú.EFE

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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