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Reportaje:

La entraña política del Valencia

El polémico 'correllengua' del Camp Nou remueve la vieja vena anticatalanista de Mestalla y la derecha valenciana

Desde el franquismo, pasando por la transición, hasta hoy, la entraña del fútbol ha tenido siempre un componente político. El despliegue, el pasado sábado 22 de octubre, en el Camp Nou, de un mapa de los territorios del dominio lingüístico catalán, en el que se incluía a la Comunidad Valenciana, durante un acto del correllengua, removió el incitado y beligerante sentimiento anticatalanista de Mestalla. El Consell, por medio de su portavoz, Esteban González Pons, calificó de "hiriente" para el pueblo valenciano la pancarta exhibida: "El deporte no puede utilizarse para ofender los sentimientos de ningún pueblo ni para hacer propaganda del catalanismo fascista". El pasado jueves, en Mestalla, el Valencia jugó con el uniforme de la senyera, su tercera equipación, como respuesta a la "ofensa" del Barcelona, cuyo presidente, Joan Laporta, llamó días después del polémico acto a su homólogo del Valencia, Juan Soler, para disculparse.

La derecha utilizó el club de Mestalla como ariete contra la izquierda
"El Valencia fue, en la transición, la vía de expresion del anticatalanismo"

El fútbol y la política mezclados. "Nada nuevo", afirma Ramón Llopis, profesor de sociología de la Universidad de Valencia. "Manifestaciones de unidad de la lengua se están celebrando constantemente y nadie se asusta", sostiene Llopis. "Lo que ocurre es que en el Camp Nou confluyen varias circunstancias. La primera es que estamos en un clima de debate con el Estatuto de Cataluña, la segunda es que el partido es transmitido por las televisiones autonómicas y la tercera es que Laporta, que encabezó una campaña nacionalista para acceder a la presidencia del Barça, quiere lavar su imagen después de que un familiar fuera relacionado con una fundación franquista", explica Llopis.

Entre la afición del Valencia, la vena anticatalanista surgió tras la muerte de Franco, a finales de los años setenta del pasado siglo. Un gobernante socialista de la época recuerda la etapa de José Ramos Costa al frente del club de Mestalla como la "más negra". "Se utilizó el equipo de manera torticera. Ramos Costa contribuyó a animar el sentimiento anticatalanista".

José Vicente Aleixandre, en su historia del Valencia, abunda en esta tesis: "El tirón popular que siempre ha tenido el Valencia se acrecienta con los títulos

[una Copa del Rey en 1979 y la Recopa de 1980]. Ese atractivo intenta instrumentalizarlo políticamente la UCD, el partido gobernante en España, en beneficio propio. Con el beneplácito de Ramos Costa, el club toma partido por uno de los bandos de la llamada batalla de Valencia. En plena guerra de símbolos, el equipo es utilizado de manera obscena en favor de unos valencianos y en contra de otros".

El periodista Vicente Furió discrepa: "A Ramos Costa se le relacionó injustamente con la extrema derecha. Desde luego, era un hombre del régimen, no estaba identificado con los conceptos democráticos, pero yo no creo que animara ningún sentimiento contra nadie".

"El Valencia fue entonces la vía de expresión de ese sentimiento anticatalanista, a flor de piel en los años de la transición", sostiene Alfonso Gil, autor de Valencia CF. 75 años de historia; "esa animadversión se había atenuado las dos últimas décadas. No creo que el acto del Camp Nou haya reabierto esa herida".

Ramón Llopis opina igual: "El anticatalanismo había declinado en los últimos años, principalmente porque el Valencia se había convertido en una opción, sino la única, de afirmar la identidad valenciana sin complejos. En el momento en que el equipo gana dos Ligas y juega dos finales de la Champions, el Valencia pasa a ser uno de los pilares en los que se basa el conocimiento de Valencia en toda Europa".

La argamasa del conflicto fue la lengua. La derecha valenciana, según el periodista J. J. Pérez Benlloch, utilizó el club de Mestalla como ariete contra la izquierda, defensora de la igualdad de la lengua: "Las manifestaciones anticatalanistas (pancartas, cánticos, símbolos...) han sido frecuentes en Mestalla desde la transición, sin que esto haya suscitado críticas de la derecha".

"Yo no creo que haya habido una instrumentalización política del Valencia", considera Llopis; "no creo en el uso de Mestalla o del fútbol frente al catalanismo. Éste se ha manifestado en el estadio como en otros lugares de la sociedad. Evidentemente, Mestalla es un vivero de valencianismo, de gente que se reúne para celebrar la identidad valenciana. Por eso hay muchas más posibilidades de que se generen este tipo de iniciativas sociales".

El historiador Justo Serna, mientras tanto, ha escrito: "Unos empiezan sacando la lengua para obtener ventaja política y otros acaban envueltos en la senyera oficial de la Comunidad Valenciana para así tapar sus vergüenzas, para así reforzar con énfasis la propia identidad... En el balompié acaba triunfando también la lamentable fiesta de identidad y de la exaltación política, que es siempre un instrumento de posible manipulación. Para muchos, la pelota es su corazón, el órgano que les bombea identidad y fluidos. Por eso, por ser fuente de identificación colectiva y de afirmación, es por lo que se presta a ser interesadamente jaleado por representantes políticos: para hacer de ello inversiones pasionales que rindan beneficios electorales, por ejemplo".

"Los clubes siempre han sido utilizados por el poder establecido", asegura Vicente Furió; "están al servicio de los poderes fácticos. Los clubes necesita a los gobernantes para recalificar terrenos, pedir créditos bancarios, la publicidad dinámica...".

Sin embargo, no fue éste el caso del Valencia cuando el PSPV gobernó la Generalitat. El club ha conectado sobre todo con la derecha. El ex presidente socialista del Consell, Joan Lerma, recibió más de una pitada en Mestalla. Pero hay otros hechos que refuerzan los vínculos de los dirigentes del club de Mestalla con la derecha. Alguno muy reciente, como la utilización de la plantilla del Valencia por parte del PP para apoyar el trasvase del Ebro bajo el lema Agua para todos. O el impulso, por parte de las administraciones gobernadas por el PP, de las operaciones urbanísticas proyectadas por el club, entre ellas la recalificación en residencial del solar de Mestalla.

"Es evidente", señala Ramón Llopis, "que el Valencia tiene ahora muy buenas relaciones con las administraciones. No sé si jugar con la senyera es una instrumentalización o una acción conjunta. Pero que no digan que no hay relación entre política y deporte cuando el tercer equipaje del Valencia es, precisamente, la bandera de la Comunidad Valenciana. La unión entre política y deporte está acuñada desde hace tiempo".

El adversario natural

En los últimos años, y ante el empuje deportivo del Valencia, que ha vivido el quinquenio más brillante de su historia con dos Ligas, una Copa de la UEFA, otra del Rey y dos finales del título continental de clubes más prestigioso, la Liga de Campeones, la afición valencianista centró su inquina en el Real Madrid, ante el que perdió una Champions. Hasta la transición, éste había sido su adversario natural, pero bajo la presidencia de Ramos Costa el Barcelona desplazó al Real Madrid. "La animadversión hacia el Madrid", opina Alfonso Gil, "tiene connotaciones más deportivas, mientras que hacia el Barça era política. La sensación de Mestalla es que el Valencia ha sido discriminado en los últimos años por la prensa centralista pese a haber conquistado grandes éxitos. Por eso el antimadridismo ha arreciado últimamente. También contribuyó el hecho de que mucha gente se identificó con el Dream Team de Cruyff pese a ser el Barcelona". Para el sociólogo Ramón Llopis, el fútbol ha tenido hasta hace unos años una configuración centralista: "El Real Madrid y la selección española eran los dos centros de ese universo futbolístico. En los últimos años irrumpieron el Deportivo, el Valencia, equipos que han ganado títulos. El mapa futbolístico se ha pluralizado. El Valencia ha entrado en ese paquete. En el momento en que ha ganado títulos y disputado finales, el aficionado se ha reafirmado de una manera distinta".

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