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Columna
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Parábola

Miquel Alberola

La derrota a domicilio del Valencia CF por parte del Sevilla en el día en que el equipo, en un acto metafutbolístico, se enfundaba la senyera para satisfacer el instinto de algunas instancias ajenas al deporte constituye una de las más ásperas metáforas del sino de los valencianos. Después de calentar el ambiente con oficiales alegatos incandescentes y de empuñar el equipo como la línea Maginot contra la avidez imperial de Cataluña, al final el que pierde es el Valencia y se distancia del liderato que tenía a su alcance. Y lo peor es que esa película ya la hemos visto. Y no sólo porque el instrumentalizado Valencia de finales de los setenta (con aquel equipo con más franjas que barras) saldara el convulso episodio precipitándose a Segunda y perdiendo buena parte de los seguidores con menos convicciones ganaderas, sino porque lo mismo le ocurrió al pueblo valenciano en la transición. Entonces como ahora, por intereses partidistas, UCD y sus terminales mediáticos atemorizaron a la sociedad valenciana con la amenaza imperialista de Cataluña y el expolio del patrimonio valenciano para demoler electoralmente al PSOE. Incluso alguien tan poco sospechoso como don Emilio Attard reconocería años después que aquello se les fue de las manos y acabó anticipando el hundimiento de la propia UCD valenciana, que hubiese podido seguir una evolución distinta a la de su principal adversario por la derecha, Alianza Popular. Aunque lo peor fue la derrota de los representantes políticos de los valencianos ante Madrid y su largo descrédito, lo que dejó a la Comunidad Valenciana fuera de todos los repartos y afianzó la raíz del actual déficit de infraestructuras. En base a ese conflicto fantaseado y exagerado algunos tipos lograron desarrollar carreras políticas tan imposibles como inexplicables, pero al pueblo valenciano no le salió gratis y todavía sigue pagando la gravosa hipoteca. Puede que la inexperiencia política con la que se afrontó la transición propiciara que quienes no estaban a la altura de la sociedad a la que representaban tomaran el mando y pusieran en riesgo el futuro de los valencianos, pero en este momento resultaría injustificable. A menos, claro, que como entonces les importe un rábano el pueblo y el equipo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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