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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amar, una forma de ser radical

Manuel Cruz

El presente libro viene de antiguo. Tiene algo de libro aplazado que, por fin, ve la luz. Puede verla porque el autor, profesor de filosofía en la Universidad de Barcelona, ha ido dibujando las condiciones de posibilidad teóricas que hacen el texto plenamente inteligible, rotundo en su sentido. Amar y pensar cierra una trilogía iniciada con Entre el ser y el pensar. Una apuesta por el querer vivir y seguida por El infinito y la nada. El querer vivir como desafío. Se observará que ambos subtítulos contienen la expresión "querer vivir". Lo propio ocurre con este tercero, que declina la misma en términos de El odio de querer vivir.

"Querer vivir" no es sólo una expresión afortunada, una formulación sugerente. Es un concepto, esto es, un instrumento categorial que medie, module y finalmente dé salida en el terreno del pensamiento a ese viejo conflicto que atraviesa buena parte de la filosofía occidental entre el ser y el poder. No es poco aquello a lo que se aspira. Una determinación, por tanto, se hace necesario introducir para empezar a caracterizar el pensamiento del autor: la ambición.

AMAR Y PENSAR. EL ODIO DE QUERER VIVIR

Santiago López Petit

Bellaterra. Barcelona, 2005

126 páginas. 10 euros

Pero esa genérica ambición muta en audacia cuando se propone desarrollar el tramo final del anunciado proyecto a través de las nociones de amar y de pensar, consideradas aquí como los dos elementos movilizadores del querer vivir, sus dos genuinos combustibles. El reverso de la ambición es, claro está, el riesgo. Un riesgo que Santiago López Petit conoce y asume. Sabe de lo que habla o quizá fuera más preciso afirmar que habla con conocimiento de causa. Porque desde la primera línea deja claro que está escribiendo acerca de la propia experiencia. Que no es una experiencia cualquiera, conviene subrayarlo. Aquello que le pasa al autor, y que pugna por comunicar a un lector crecientemente entregado conforme se adentra en sus páginas, no le sucede en la superficie y, por tanto, no puede apelar a una intersubjetividad fácil, obvia, evidente. Amar es, junto con pensar, el gesto antepolítico y radical por excelencia. Quizá de ahí derive la dificultad de socializarlo por medio de un lenguaje convencional, discursivo, argumentativo. Y quizá sea esto lo que se encuentra en el origen de la opción estilística asumida por López Petit a medio camino entre el ensayo, el aforismo, sin descuidar calas historiográficas.

¿Qué consecuencias tiene

la opción por este tipo de escritura? Sin duda, una escritura así requiere la complicidad del lector. Alguien podría objetar que en un determinado sentido el autor escribe para la comunidad de los amantes. ¿Cómo, sino desde la complicidad, comprender la sentencia "amar es una salida victoriosa afuera"? ¿Podría captar el significado de "ante el amor, qué es el universo" quien no hubiera pasado por la experiencia amorosa? Probablemente no pero, bien mirado, tal vez éstos sean buenos argumentos para compadecer al lector que sufriera tales limitaciones, más que para censurar el libro. ¿O es que nos atreveríamos a utilizar este mismo tenor de argumentos para criticar la más sublime poesía amorosa? Ahora bien, hay una afirmación de este texto con la que resulta sumamente difícil estar de acuerdo. La sensación que queda al terminar su lectura no es la de que, como sostiene el autor en el prólogo, "ya no tengo nada más que decir". Más bien al contrario, lo que uno musita, apesadumbrado es: "Vaya, hombre, pues mira que es mala pata: con lo que nos estaba haciendo pensar".

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