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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Antonio Soriano, el librero antifranquista del exilio en París

"Todos los hispanistas franceses conocían a Antonio Soriano", ha escrito uno de ellos, Bernard Sesé. Según otro colega, Claude Couffon, eso era así porque la librería de Soriano, la Librairie Espagnole de París, en el 72 de la rue de Seine, "era puerto de reencuentros. Allí se encontraban libros imposibles de hallar, se publicaban textos prohibidos y se intercambiaban recuerdos y palabras de esperanza. Soriano ofrecía a cada uno el calor, la cordialidad eficaz, la sonrisa".

Antonio Soriano había nacido en la episcopal ciudad de Segorbe en 1913. Siendo aún estudiante, en Barcelona, estalló la Guerra Civil y su vida, como la de tantos otros millones de españoles, tomó un rumbo distinto del soñado y previsible. Republicano y rojo, tuvo que exiliarse.

Conoció el campo de concentración, cerca de Carcassonne, la experiencia de la Resistencia, la tentativa de organizar un ejército para liberar España de Franco, y una vez abandonada por todos la República, incluso por muchos republicanos, Soriano se instaló en París, en 1950, con la ayuda de familiares de Luis Buñuel, él también exiliado.

Tras adquirir un stock de libros en castellano, Antonio Soriano montó su Librairie Espagnole, un negocio improbable al que él dio un sentido muy especial. La cultura española, desde 1939, se hacía tanto en el interior, bajo el control de los censores, como en el exterior, alejada de su destinatario natural. Soriano intentó reunir autores y lectores, abordar los problemas de la España interior y hacerlos conocer a la que vive exiliada.

Sin triunfalismos, sin orejeras. Editó a historiadores como Manuel Tuñón de Lara y sus volúmenes de referencia para la izquierda canónica sobre la España de los siglos XIX y XX. También es él quien dio a conocer el trabajo de Pierre Vilar sobre la Guerra Civil, un librito que cuenta lo sucedido entre 1936 y 1939 de una manera que el franquismo nunca aceptó -Franco volvía a ser lo que era, un general golpista que impone una nueva legalidad a punta de bayoneta, sembrando miedo y muerte-.

Pero Soriano también se interesaba por la poesía, por sacar al pobre Juan Ramón Jiménez de manos de su canonización por los franquistas, devolverle su dimensión de poeta de todos. Y en su librería se supo de los libros de Juan Goytisolo prohibidos en España, o de los de Pepe Corrales; se reunían el pintor Ortega y el escultor Lobo, el también pintor Orlando Pelayo con el novelista Emmanuel Roblès, adaptado luego por Buñuel; o Albert Camus, que nunca olvidaba que su madre era menorquina...

La librería ha seguido viva, en su misma dirección, hasta hace muy poco, cuando expiró el contrato de alquiler y el propietario quiso valorar las cuatro paredes a precio de boutique. La nueva sede está ahora en el 7 de la rue Littré.

En francés utilizan muy a menudo el término passeur para referirse a las personas que ponen en contacto, facilitan relaciones, permiten la continuidad de un proyecto o un discurso. Antonio Soriano, como otros exiliados, era un passeur, un punto de referencia obligado para todos los españoles que viajaban a París para ver su país desde la distancia, es decir, desde una cierta verdad. Él ayudó a abrir los ojos a muchos, contó lo que sabía, lo que había vivido y lo que le habían contado.

Una vez muerto Franco, quiso rescatar muchas de esas memorias dispersas, el recuerdo de miles de personajes que, sin los passeurs, están condenados al olvido. Escribió Éxodos, una historia oral del exilio republicano en Francia. El próximo lunes le enterrarán en París.-

Antonio Soriano, ante la Librairie Espagnole, en París.
Antonio Soriano, ante la Librairie Espagnole, en París.DANIEL MORDZINSKI

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