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Tribuna:MEDIO AMBIENTE
Tribuna
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Siguen manos a la obra

El autor, que ayer recibió la medalla de Peñalara en su 75º aniversario, analiza los peligros del retraso de la creación del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama.

Llevamos unos cuantos años hablando del Parque Nacional del Guadarrama, y es bueno y necesario que se analice y se discuta sobre un proyecto de tal envergadura para nuestra sierra. Pero no podemos evitar que, a medida que pasa el tiempo, nos asalte en muchos momentos un cierto temor de que mientras que unos hablamos y hablamos, llenos de buena voluntad y de buenos deseos, otros, con menos escrúpulos y preocupaciones, sigan, digamos, "manos a la obra". Mientras oímos embelesados el canto del cuco tan frecuente en nuestros pinares, los huevos, los huevos de oro en nuestro caso, están en otros ámbitos y en otros nidos. No quiero parecer exagerado, pero pudiera darse el caso de que cuando llegue el parque ya nos encontremos sin nido y sin huevos. No quiero parecer exagerado, digo, pero en ocasiones hay que serlo para que nuestra atención no se desvíe, tal vez inadvertidamente, de lo que es verdaderamente importante.

Es peligroso el estado de interinidad de las llamadas zonas de transición de las rampas serranas

Porque el parque puede esperar. No hay probablemente razón para que nos pongamos nerviosos. Es cierto que nos gustaría observar algo más de entusiasmo y de celeridad en su tramitación, pero más vale dejar que los expertos y los políticos sigan su ritmo y hagan bien las cosas. Nada realmente grave puede ocurrir en las zonas altas de nuestra sierra sobre las que el parque extenderá su manto protector, pero que ya, en cierto modo, están social y culturalmente protegidas. Nos podemos tomar todo el tiempo que queramos para hablar de los pájaros y los peces, las flores y los árboles, los usos tradicionales o no... y nada grave ocurrirá mientras tanto. Y si a alguien se le pudiera pasar por la mente construir, digamos por caso, 500 adosados en Dos Hermanas, moriría, es una metáfora, a nuestras manos. Sigamos por lo tanto hablando con tranquilidad del parque, siempre y cuando no se convierta en una peligrosa quimera, en una cortina de humo que nos mantenga distraídos mientras la sierra, en su conjunto, se sigue deteriorando.

Lo que nos inquieta, lo que es sumamente peligroso que siga en estado de interinidad, es el presente y el futuro de las llamadas zonas de transición en las rampas serranas. Ahí es donde nos estamos jugando el futuro de la sierra, con parque o sin parque. Ahí es donde los astutos cucos actúan casi a sus anchas, con un público entregado que les apoya porque no logra ver más allá del beneficio inmediato. No podemos ser ingenuos ni mirar para otro lado porque el asunto es grave: a pesar de las cautelas de protección preventiva y de los posibles controles urbanísticos, lo que ocurre en esas zonas se nos puede ir de las manos, de hecho, y a la vista está, se nos está yendo literalmente de las manos. Lo dije una vez en estas páginas: si no se pone remedio a posibles desmanes de la codicia, el Parque Nacional, en el caso de que se llegue a crear, podría acabar siendo una especie de reserva india rodeada por un entorno amenazante.

En el momento actual, tal y como están las cosas, debemos dejar el lenguaje metafórico, bucólico, ingenuo, y empezar a hablar en "plata" porque nos va mucho en ello a todos los que queremos proteger la sierra incluso de nosotros mismos. Y, para alimentar nuestra seguridad y confianza, diré que somos muchos aun sin haberlos contado a todos. Porque nos enfrentamos a un argumento aparentemente muy poderoso, con mucho gancho: el desarrollo económico de los pueblos y el bienestar de sus gentes frente a la conservación del entorno natural de la sierra. Como si fueran cuestiones enfrentadas, incompatibles, cuando no es necesariamente así. Y aquí, todos lo sabemos, no valen las frases felices ni proyectos utópicos, sino argumentos de peso que contrarresten esa tentación tan poderosa que representa un desarrollismo mal entendido a costa de cualquier cosa, a costa, incluso del futuro de la propia sierra.

Seguimos hablando de usos tradicionales y de un paisaje con rostro humano cuando la construcción se ha convertido en el auténtico eje de la economía de los pueblos serranos. Esa inquietante identificación de bienestar con el desarrollo de la construcción se ve agravada por el hecho de que el sistema de financiación de las administraciones locales lleva a los municipios a promover desarrollos urbanísticos para garantizar la financiación de sus infraestructuras básicas en un proceso que no tiene fin. Sólo un pacto local que lograra un equilibrio entre los municipios "ricos" y los municipios "pobres" de la sierra podría acabar con esta auténtica plaga que ya vemos a lo que nos está conduciendo.

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Porque, finalmente, nada resulta gratis, por más que nos quieran vender que así es. Ladrillo no paga ladrillo. No considerar los costes ambientales en los cálculos económicos conduce a decisiones que pueden ser contrarias a los objetivos iniciales, ya que la miopía natural del mercado hace imposible incorporar efectos a largo plazo. No, no hay nada gratis. Alguien lo está pagando y es el ecosistema guadarrameño.

Tenemos que empezar a pensar que lo que necesita más protección y cuidado son precisamente las zonas de piedemonte que representan un tercio de la superficie del posible parque. Pero poco se puede hacer en estas zonas de transición, se nos dice, en estos momentos de espera. Aquí sí que nos podemos preguntar con impaciencia, ¿hasta cuándo? Alguien debería decirnos si existen instrumentos legales para enfrentarse a esta inquietante situación. Más vale no pensar, si no es así, en lo que puede ocurrir si, aprobado el parque, se llega a dar el pistoletazo de salida a los numerosos proyectos que tienen preparados los ayuntamientos para crear viviendas y aumentar sus respectivas poblaciones. Más vale no pensarlo.

Sería imperdonable que estuviéramos distraídos, como decía al principio, discutiendo poco menos que sobre el "sexo de los ángeles", cuando la realidad empieza a ser abrumadoramente tangible. Sería una irresponsabilidad. No podemos seguir hablando y esperando como si tal cosa, cuando otros están "manos a la obra".

Antonio Sáenz de Miera es presidente de Amigos del Guadarrama de Peñalara.

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