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Columna
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Catástrofe

En todas las épocas y en todas las circunstancias, si hay algo que aglutina las opiniones adversas, es la recaudación de impuestos. El fisco es el enemigo número uno de la ciudadanía. Desde la Edad Media la opinión pública, como expresión de la sociedad, se estremece y se moviliza frente a la recaudación de impuestos. En el municipio de Xàbia, entre otros, se ha producido una revisión de los valores catastrales que ha supuesto incrementos que alcanzan el 300%. Las últimas noticias que provienen de aquel municipio señalan que las autoridades locales están estudiando recurrir esta subida que ha puesto en pie de guerra al vecindario. Estos son los perjuicios que se derivan del desmadre turístico y los excesos en el sector de la construcción. La excusa es situar los valores catastrales a los precios de mercado. El argumento es falaz, porque no se puede comprender que se aumente la presión impositiva de igual modo sobre todos los contribuyentes, cuando únicamente una minoría se dedica a vender inmuebles para lucrarse. De entrada, residir en las zonas del litoral de las Marinas Baja y Alta supone un encarecimiento del coste de la vida superior a un 20%. Además, se penaliza a los propietarios mediante el ejercicio de una voracidad impositiva que pone en peligro su sosiego y su calidad de vida.

¿No sería más sensato y equitativo gravar a quienes especulan y obtienen beneficios importantes en sus operaciones de compraventa? ¿Cómo se puede agredir fiscalmente al propietario de una vivienda donde reside o donde pasa sus vacaciones, simplemente por serlo? Los recaudadores de tributos y sus medidores de valores catastrales no han sido capaces de reflexionar sobre las consecuencias de su filibusterismo sobre otros impuestos que se derivan de sus frívolas actuaciones: patrimonio, renta y sus ramificaciones.

Por ejemplo, ¿es justo tratar con idéntica voracidad impositiva a una pareja de ancianos que viven de su pensión, que a un especulador? Para resolver el enriquecimiento desmedido de quien se dedica a comprar y vender se inventaron los impuestos que van ligados a las plusvalías y que ya se han modificado indiscriminadamente. Están en vigor y penalizan del mismo modo al que vende un año o veinte años después de adquirir su propiedad. No contentos con eso, se subieron los porcentajes correctores para compensar el desfase en los valores catastrales y ahora se incrementan sin mesura, para acabar de hacer la vida imposible a las personas que no se enriquecen por conservar su propiedad. Si a esto añadimos la contribución por la recogida de basuras y el precio desorbitado que tiene el metro cúbico de agua es muy probable que se esté intentando ahuyentar a compradores y actuales residentes.

No contentos con este insólito panorama, parece que la nueva valoración catastral que recomienda y piensa recurrir el Ayuntamiento de Xàbia, ha sido promovida por esta misma Administración local, que ahora se escandaliza por los resultados. Mal vamos. Al menos el Consistorio especializado en fiestas y ferias variopintas, podía publicar un bando anunciando cuál va a ser el destino de todos estos tributos. Tendrá que esforzarse la mayoría gobernante para no perder los votos que ahora disfruta ¿Es posible cometer más disparates?

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