Melancolía del árbol
Tiene gracia que ahora que Gallardón ha talado casi todo lo que podía talar, justo ahora y no antes, se acuerdan de los árboles en la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
Tenemos un problema, no valoramos en su medida lo que nos aporta la naturaleza. Vivimos en un entorno agresivo (Mariscal Gallardón y su ejército de hombres-tuneladora), un entorno de piedra, asfalto y acero enlucido con humo, donde el último baluarte que nos defiende son los árboles, los sufridos árboles que, entre otras nimiedades, nos dan el aire que respiramos. Pero dejando eso aparte, son ellos los que otorgan al entorno un carácter y sensación apacible.
Resulta estremecedor transitar por una alameda antes conocida y ahora deforestada, lo cual produce un vacío espacial y emocional donde acude el desasosiego para llenarlo de melancolía.
Por ello aplaudo, no sin reticencias, las nuevas medidas del Gobierno regional mucho más drásticas, pero que me huelen a electoralismo barato para salir al paso de la desesperación de unos madrileños ante la inevitable melancolía.
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