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LA REFORMA DEL ESTATUTO CATALÁN

Un error del presidente provoca que los consejeros y diputados de ERC no aplaudan su intervención

Pasqual Maragall no cosechó ayer, al final de su discurso en el debate de política general, los unánimes aplausos que en otras ocasiones le brindaron los 75 diputados de las formaciones que apoyan al tripartito (Partit dels Socialistes, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya Verds). Ayer tuvo que conformarse únicamente con los que llegaron desde la bancada socialista y los breves y tímidos que le dispensaron los diputados de Iniciativa. Y es que los seis consejeros de Esquerra y sus 23 diputados, con Josep Lluís Carod a la cabeza, optaron por mantenerse con los brazos cruzados.

La culpa la tuvo el propio Maragall, a quien le traicionó el verbo al final de su discurso a la hora de agradecer a las distintas formaciones políticas su labor en la recta final de las negociaciones del nuevo Estatuto.

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Lo que en principio debía ser un guiño de Maragall a Esquerra Republicana sonó a reprimenda, a pesar de que el presidente ya empezó su frase afirmando: "A ver si lo digo claro". Pero no. Maragall reconoció que le había quedado un "sabor agridulce" porque el éxito del Estatuto se había personalizado, en los medios de comunicación, en él mismo y el líder de la oposición, Artur Mas. Fue una introducción para después extender su gratitud al resto de grupos.

El párrafo en cuestión que desató la polémica fue el siguiente: "También tengo la impresión de que una parte de la situación de estos últimos días de una cierta inquietud, de una cierta confusión, se ha debido al hecho de que algunos pueden haber pensado que había una patrimonialización excesiva del éxito del Estatuto". En definitiva, Maragall estaba echando a Esquerra parte de la culpa de la crisis desencadenada este fin de semana por la pretendida reestructuración del Gobierno. Y todo por un asunto de celos. Pero Maragall insistió en ello y cuando se dispuso a enumerar el resto de partidos para extenderles su gratitud sólo lo hizo con palabras laudatorias hacia el popular Josep Piqué "que hizo una oposición dignísima y un trabajo político de gran nivel", afirmó.

El portavoz del PSC, Miquel Iceta, al darse cuenta de la equivocación de su jefe de filas, corrió a informarle de su equívoco. Maragall se sintió sorprendido y dolido por la situación.

De inmediato el presidente llamó por teléfono al consejero de Comercio, Josep Huguet, para aclarar la polémica, pedirle excusas y afirmar que, en ningún momento, tuvo la intención de lanzar un reproche. Los republicanos se quedaron satisfechos con las explicaciones y, al final, calificaron el episodio de simple anécdota.

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